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Opinión

Schalekamp, tan europeo como mallorquín

El estilo de los obituarios es la mentira. La contumacia en la reinvención del fallecido obliga a precisar que Jean Schalekamp fue un extraordinario ser humano. Su memoria se impondrá a la desconfianza en los oratorios póstumos. Kundera le hubiera adjudicado en propiedad la línea que rubricó a Václav Havel, "su vida ha sido una obra de arte". O por alusiones, una obra de la razón espinozista.

Disfruto al escribir estas líneas de la libertad entera que Schalekamp presuponía sin sermonearla. Estaría aquí aunque no fuera un trabajo, por el placer de recordar a quien demostró la energía tremenda de los resistentes. Sus supervivientes somos más quisquillosos, pero a Jean no podría molestarle nada de lo que aquí se apunte, salvo la exageración hagiográfica. Llevaba el debate intelectual en la sangre, respiraba por la razón, ansiaba la contradicción fortalecedora. No aspiraba a ser un santo laico, sino un laico laical.

Enemigo del dogma, la existencia de Schalekamp fue un acto cultural. No tenía tiempo para negar ni mucho menos para renegar, con tanta belleza a su alrededor. Por fuerza tenía que apreciar estas virtudes Arturo Pérez-Reverte, a quien no tradujo al holandés cuando era famoso, sino para cimentar su notoriedad en la geografía de los Países Bajos que el creador de Alatriste había dibujado en un periodo crucial.

Schalekamp y Pérez-Reverte ejemplifican los polos de la aventura, interiorizarla o expulsarla. De ahí la admiración mutua, en una relación que requeriría de un tercer novelista para recibir justicia. En la asignación obligatoria de patrias que define la actualidad, se ha de decidir entre ser más o menos estatal o provinciano, sin derecho a "nada de lo anterior". El holandés fallecido ayer en Costitx se hubiera proclamado tan europeo como mallorquín, un tributo a la isla que peregrinó en sucesivas residencias.

Schalekamp entronca con la legión de intelectuales europeos que se enamoran de Mallorca en el primer tercio del siglo XX. Porque era bella y barata, sin prelación. El flujo se interrumpe en el 36, pero se reanudará antes de la llegada del bikini. Define la perspectiva actual de la isla con mayor intensidad que cualquier análisis político. Sin embargo, no espere encontrarlo en los tediosos historiadores del PSM, entusiastas de la enumeración de la cosecha de algarrobas mientras Orson Welles paseaba por Palma.

Los idiomas no tenían secreto para Schalekamp, mejor enamorado de su isla de adopción que los nativos. Con un olfato afinado que se refugiaba en su vanidad nula, detectaba a escritores que Holanda descubriría en su doblaje antes que la pretenciosa industria literaria española. Recuerdo por ejemplo a Richard Powers, de quien tradujo The gold bug variations al advertir que manejaba materia prima de Nobel. Compare con las fechas de traducción al castellano.

Schalekamp no toleraría que ocultara sus defectos, por mucho que le costara cultivarlos. Solo su barba era impertinente, un arma apuntada sin munición al cerebro de su interlocutor. Su insistencia por enrolarnos en sus causas humanistas desataba otro contencioso, los mallorquines no optativos encajamos de regular grado la exigencia de dinamización. Le decías que no a sabiendas de que persistiría, el viejo pájaro carpintero. Con su minuciosidad, digna de la Europa anterior a Volkswagen.

No saludaba a la muerte con alegría, pero estaba feliz de haber vivido, a diferencia de los católicos culpabilizados. Apenas queda un párrafo para agradecerle la pertenencia inconsciente al pelotón de la tercera edad que llamaba en los años del PP embrutecido, para dar ánimos. Igual que Luis María Pomar o que Miquel Barceló padre. Schalekamp utilizó el pasado como trampolín para construir un presente humano. Siempre alternativo y rebelde, su futuro empieza hoy.

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