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Entrevista

Agustín Fernández Mallo: "El poeta que no problematiza la realidad escribe clichés"

"San Juan de la Cruz es para mí el gran revolucionario de la poesía española"

Agustín Fernández Mallo (La Coruña, 1967), ayer, en Palma. b. ramon

-Ya nadie se llamará como yo se construye a partir de una voz más intimista y narrativa que sus anteriores poemarios. ¿Qué lugar ocupa en su proyecto poético?

-Ocupa mi momento actual. Lo empecé en 2012 y he estado escribiéndolo durante estos años. Es un poemario en el que la muerte tiene mucha más presencia. De hecho, todo ronda en torno a este asunto. Pero es más narrativo que otros, siempre sin haber renunciado a mi propia voz.

-¿Responden esta nueva desnudez estilística y la experimentación menos explícita a que ya no ha de autorreivindicar su poética?

-Quizá. Todos los presupuestos poéticos que he ido investigando los he ido plasmando en diferentes poemarios. Los veo como una especie de escalones, camino o proceso que alcanzan el momento de Antibiótico, mi anterior poemario, que fue el final de un camino de búsqueda. En este nuevo libro, creo que todo lo anterior se viene a concentrar de una manera decantada, más reposada, estilísticamente más tranquila.

-Es el libro en el que habla de la muerte de manera más directa.

-Sí. Hace tiempo que me apetecía hablar de la muerte sin artificio. Es curioso, porque luego me di cuenta: cuando iba hablando de la muerte en este poemario, vi que de pronto no la veía como algo esencialmente triste. Aquí no hay una visión de pesadumbre, sino más bien de descubrimiento. De cómo a través de la muerte de otras personas descubres espacios y mundos que hasta entonces estaban vetados porque la muerte no te había tocado directamente por decirlo de algún modo.

-El concepto de muerte como descubrimiento.

-Sí, pero de un mundo en el cual es posible construir cosas. Cuando alguien que aprecias se muere, de algún modo luego renace en ti porque empiezas a descubrir cosas de esa persona en las que no te habías fijado o desconocías.

-¿Es una reconstrucción? ¿Se asemeja al proceso creativo?

-Sí, una reconstrucción en la que aparecen cosas que no conocías. Y es un proceso creativo fascinante acerca de esa persona. De alguna manera, esa reconstrucción compensa el hecho de la muerte en sí.

-Las alusiones a la carne y a la materia son otra constante.

-Sí. Luego me di cuenta de que enlazan con Carne de píxel, donde el penúltimo poema empieza diciendo: "El misterio más profundo está en la materia". En Ya nadie se llamará como yo se habla mucho de la carne, de la propia materialidad, no de una manera sanguinolenta, pero sí desde el hecho de que en la materia hay un gran misterio. Y es ese misterio que los físicos con el acelerador de partículas del CERN intentan descifrar. Todo eso es un misterio que se puede dar en la ciencia así como en otras materias; por ejemplo, la religión, en la que se habla de la resurrección de la carne. En este sentido, es una especie de trascendencia como a través de la materia, no de la espiritualidad.

-Al yo poético le acompaña durante todo el poemario el ruido. ¿Qué idea tiene sobre él?

-Vivimos rodeados de ruido. Esto enlaza, de hecho, con algunas de mis ideas generales. Por ejemplo, con un ensayo que acabo de terminar en el que hablo de la basura. Hablo de lo que la sociedad considera como residuos simbólicos en los que el artista o el científico se fija y después rescata de un modo creativo. Yo trabajo con residuos. Es mi método de trabajo: lo que no quieren los demás es para mí. Estamos en un momento en que la estética se vale de todo ese apropiacionismo del mundo de los residuos. En todo mensaje siempre hay un ruido implícito que tiende a distorsionar. Esas distorsiones son para mí muy importantes, deseo ver qué pasa con ellas. Un creador o alguien que crea si no problematiza la realidad lo que hace son clichés. Mi idea de la creación es problematizar la realidad: trabajar con esos elementos que distorsionan.

-¿La poesía que se está haciendo ahora mismo en España está lo suficientemente trabajada a partir de esos residuos?

-Hay de todo. Hay una poesía de repetición y hay otra que podemos llamar poesía de la diferencia. Una poesía que lo que hace es precisamente trabajar en estas zonas de residuos no del todo explicadas para crear sus obras. He de decir que esto ha mejorado mucho. Que hace diez años la poesía correspondía a clichés bastante más canónicos.

-En la historia de la literatura, ¿en qué autores se hace más patente esa manera de trabajar?

-Dos de los escritores más importantes para todos estos asuntos del reciclaje de los residuos y el apropiacionismo en el siglo XX son Borges y William Burroughs. Borges, en el plano culto; y Burroughs, en el underground. Pero en realidad trabajan de un modo muy parecido. Y han influido de una manera decisiva en generaciones posteriores y hasta hoy. En el arte, podríamos hablar de Duchamp, lo que hizo con el urinario. Todos venimos de ahí, aquello cambió el siglo XX.

-No me está dando ningún nombre de la literatura española.

-Te puedo decir desde José Ángel Valente, Antonio Gamoneda, el propio Pablo García Casado, que fue muy importante para determinadas mutaciones hace 20 años. Otros referentes personales son: Eduardo Moga, que hace una poesía muy peculiar que también tiene que ver con la materia, lo biológico y también la trascendencia, o el ibicenco Vicente Valero. Valente viene de la mística, entronca con San Juan de la Cruz, el que es para mí el gran revolucionario de la poesía española.

-Empezó a escribir el libro en un pueblo de León y lo terminó en Mallorca. ¿Qué suponen estas dos geografías?

-Estos dos polos son para mí dos lugares absolutamente domésticos. En uno pasé los veranos de mi infancia y en el otro resido. De hecho, si te fijas, intercalado en el libro hay un diario. Empieza así: "Al mismo tiempo, a 1.500 kilómetros de distancia, en otra isla yo también escribía". Este diario tiene mucho que ver con la parte homérica de la isla, con la costa sur, donde huele a alga podrida, donde aparece de repente una botella de plástico en mitad de la arena, esos hallazgos preciosos o fabulosos aunque les pese a los conservacionistas. Porque es donde la especie humana problematiza algo. Donde aparece algo que está fuera de la norma, y todo lo que está fuera de la norma es el territorio de crecimiento y de cuestionamiento de las cosas.

-¿Qué le fascina de ese Mediterráneo?

-Cuando miro el mar Mediterráneo no veo una piscina de aguas turquesas, veo un mar donde se inventó el concepto de belleza griego. Y el concepto de belleza, como todos deberíamos saber, no es algo calmado, no es un spa, no es el relax contra lo que digan esas filosofías orientalistas incultas. Sino que la belleza siempre es algo tenso, que agrede porque cuestiona. Y cualquier obra de arte bella es bella porque nos pone en tensión. Yo en este mar veo toda la historia de la belleza, las batallas, las guerras que ha habido y percibo esa violencia en estas olas pequeñitas, que están como temblando; eso es un ruido, ese ruido de fondo del que hablábamos antes, en este caso histórico y filosófico. Eso es para mí la belleza.

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