Aída Gómez se reencontró ayer con "un teatro que para la danza es ya casi imprescindible", el Auditòrium de Palma, donde hoy (21,30 horas) representará con la Compañía de Danza Española que lleva su nombre la obra que "más recorrido" ha tenido hasta ahora en su repertorio, la universal y popular Carmen de Bizet.

Una Carmen que, como ella mismo confiesa, se construyó a raíz de "un encargo para Tokio y, con tantas cármenes por el mundo, no pensé que tendría tanta vida". Se equivocó, afortunadamente. En los últimos dos lustros, su Carmen, "la más femenina", una mujer capaz de enamorar "a todo el mundo", para nada vasta, sino "muy fresca y lozana", no ha dejado de generar aplausos y elogios.

"Dentro de poco seré la abuela de la Carmen", bromeó la bailarina y coreógrafa madrileña, de 48 años, quien, ya con semblante serio, reconoció haber "crecido como mujer" gracias al personaje. "No podría haber hecho esta Carmen cuando era más joven. Ha ido rodando y creciendo con las experiencias que una tiene. Es un personaje que me ha dado muchas cosas y al que quiero mucho. Cada día me sorprende y me brinda cosas nuevas. Nunca lo podría aborrecer, algo que no me sucedió con Salomé, pues llegó un momento que me dañaba y me tenía que limpiar un poquito", desveló.

Su espectáculo, con dirección escénica de Emilio Sagi y musical a cargo de José Antonio Rodríguez, supone la tercera entrega del Ciclo de Danza impulsado por el centro que dirige Marc Ferragut, quien quiso subrayar "la única ayuda que tenemos, tanto privada como pública, la de Air Europa".

Siempre inquieta y rebelde, Gómez, admiradora de "la parte artística de los toros, de su puesta en escena; luego sufro mucho", reconoció, quiso echarle un capote a los Ferragut: "Este Auditòrium es de los pocos sitios que existen para bailar danza y siempre es un placer volver aquí. Hay poca danza en los teatros", espetó. Una carencia que, en su opinión, se resolvería "educando al público, con programaciones de calidad. Hay que recuperar a los espectadores, poco a poco, a la gente joven, al menos joven y al jubilado. Si a un joven le das un ballet de calidad se despertará en él algo que le parecía añejo y casi en el baúl".

Para Gómez, "en la danza española hay un desierto. No se programa. Se asocia la danza española con años que no voy a pronunciar. Si desde pequeño no hay sensibilidad, no hay futuro. Hay que educar desde la infancia y alimentar el alma", insistió.

Preguntada por futuros proyectos, adelantó que está "en algo muy importante con la compañía que se sabrá en unos días. No puedo decir más. Llevo un mes y medio de negociaciones y estoy muy ilusionada con este proyecto".

Y del futuro al pasado, a sus inicios. La que fuera la directora artística más joven en la historia del Ballet Nacional de España recordó que entró en el mundo del ballet "con catorce años y de la mano de Antonio Ruiz 'El Bailarín'" y que si ha logrado permanecer en él ha sido gracias a "mucha lucha y mucho trabajo".

"Por el camino me he encontrado a los mejores y he visto los mejores trabajos, de ahí que reconozca enseguida lo peor. A veces me siento muy huérfana de la danza española", lamentó.

De su mentor, Antonio 'El Bailarín', una de las más grandes figuras de la danza española de todos los tiempos, aseguró que "era grande y con una visió de artista grande. El me inculcó el concepto de danza, todo un mundo de sensaciones. Me pareció un revolucionario. Apostaba por la gente joven y si valías, te ponía. Tenía generosidad por esta profesión y esa línea sí la he seguido yo", afirmó.

"Prefiero la vanidad con calidad a los vanidosos que no han hecho nada", aclaró tras ser preguntada por las polémicas que salpicaron en más de una ocasión al genio sevillano.

La también discípula de Antonio Gades reivindicó que la danza española "es algo más que la jota y la castañuela" y al tratarse de un arte "único", debería "cuidarse más".

"Hay gente que no se debería morir nunca porque si no se pierde la mochila de la sabiduría", concluyó.