La autora francesa de origen español Lydie Salvayre evoca en su última novela, No llorar, los "días felices" de la revolución anarquista durante la Guerra Civil española y la estancia en Mallorca de George Bernanos, que le inspiró Los grandes cementerios bajo la luna. Salvayre reveló ayer en Barcelona que en el origen de No llorar (Anagrama) está la lectura de la obra de Bernanos, que le sorprendió porque descubrió "a un escritor y una libertad de espíritu extraordinaria, que había hecho un relato sobre la Guerra Civil terrible, que expresa una repugnancia y una desazón como no vi nunca ni en Malraux ni en Juan Benet".

No llorar nació de unas "ganas de contestarle", pero la respuesta fue "un relato absolutamente diferente, más generoso, abierto, que narrara la experiencia de mi madre, perteneciente a una generación que protagonizó la revolución libertaria en España, sobre todo en Cataluña y Aragón".

La novela conjuga el presente desde el que Montse desgrana sus recuerdos de aquellos maravillosos días de libertad de agosto de 1936 con la narración de la estancia de Bernanos en Mallorca y su proceso de escritura de Los grandes cementerios bajo la luna, que destila la condena de un católico durante la sangrienta represión fascista, arropada por la jerarquía católica.

Aquellos jóvenes creyeron que la revolución era posible, recuerda Salvayre, cuya madre había nacido en La Fatarella, un pueblo aislado de Tarragona, que acompañó a Barcelona a su hermano, testigo de la revolución libertaria en Lleida, y descubrió que en aquel nuevo mundo tenía "derecho a hablar, a decir palabrotas, a amar, a beber anís del Mono".

Para la autora francesa, "lo más hermoso es que la felicidad personal de su madre, la protagonista, coincide con una felicidad colectiva, algo que rara vez se produce".

En paralelo, el lector sigue la historia de dos jóvenes, Diego, que se hará comunista, en contraste con su padre burgués, y Josep, el hermano, que es un anarquista. Salvayre quiso plantear la cuestión de la utopía con todas sus aristas: "Para unos fue algo irresponsable, engañoso, muy precario, y, para otros, fue algo que les daba un sentido a la vida, que los hacía avanzar", algo que la escritora descubrió durante el proceso de escritura, porque inicialmente no tenía intención de tratarlo.

"Tenía miedo de ser trágica, lastimosa -ha confesado la autora-, algo que aborrezco, porque no me gustan los libros que cultivan el dolor, el sentimentalismo lacrimógeno" y quizá por esta razón el año pasado, cuando ganó el premio Goncourt, ocultó que padecía un cáncer, para no dar alas a que se creyera que le habían dado el premio por compasión.

Ha asegurado que en Francia el episodio libertario es totalmente desconocido a pesar de la película Tierra y libertad de Ken Loach o el libro Homenaje a Cataluña de George Orwell, porque "en la época la mayoría de los intelectuales franceses eran comunistas, y además Manuel Azaña lo ocultó por miedo de que si se hablaba de esta revolución, Europa tuviera miedo y no ayudara a la República, algo que finalmente sucedió".