Hace unas semanas el nuevo alcalde de Felanitx intentaba convencerle de que fuera precisamente él quien ilustrara la portada del programa de las fiestas (no patronales) más importantes del calendario local. "Lo siento, no tengo tiempo", dijo entonces Miquel Barceló (Felanitx, 1957) queriendo ignorar lo que su interlocutor buscaba: la primera portada de Sant Agustí creada por el artista español vivo más cotizado del mundo; "yo me hubiera quedado satisfecho con unas pocas líneas", confesaba después Joan Xamena, poniendo un gesto conformista y ladeando la cabeza... "él es así".

Y así siguió siendo ayer, cuando se reencontraron pasadas las ocho y media y comenzó, entre varios millares de vecinos y foráneos, el camino nervioso desde la plaza de España (comúnmente de ses Palmeres) hasta la Casa de Cultura precedido por la banda municipal de música y escoltado también por la presidenta y vicepresidente del Govern, Francina Armengol y Biel Barceló. "Cuando mi hermano me preguntó si quería ser el pregonero yo estaba en Birmania y, sin pensarlo le dije que sí. En aquellos momentos si me hubiera pedido los dos riñones también se los habría dado. No lo pensé y ahora estoy acojonado", reconoció.

Allí, con la escalinata de Sant Miquel repleta y la plaça de santa Margalida abarrotada, el pintor se consagró al otro santo, ante la mirada atenta de su madre y sus tías. En el balcón le esperaba ´su´ pregón, aquel que desde hace años no incluye toros, aquel que un día también marcó su juventud de novillero pictórico y futbolista fugaz. En su clase todos eran del Madrid y de El Cordobés, precisamente por eso se hizo blaugrana aunque jugara unas temporadas de central (y de blanco) en el Felanitx, antes de que las expulsiones marcaran la línea. Cosas del destino.

Barceló recordó el poema ´Una vella història´ del felanitxer maldito Miquel Bauçà, que murió en la indigencia en Barcelona, y con el que ayer añoró al niño Miquel que afinaba su puntería con las piedras mientras recargaba los bolsillos en un Felanitx "todavía sin asfaltar". "Poco a poco el pueblo dejó de ser nuestro para ser de otros. Vendimos las tierras e hicimos hoteles y ahora ni aceptamos que paguen la ecotasa", criticó.

Barceló aludió al futuro con cierta ironía: "Dentro de 40 años todos seremos moros igual que hace 1.200 años, algo que tampoco sería malo". Respecto al Sindicat, el viejo y abandonado edificio de la cooperativa vinícola, reconoció que "algo hay que hacer con él, es un referente de la cultura y la arquitectura de Felanitx", aunque no parece gustarle la idea de un futuro museo o fundación "que solo serviría para llenar los bolsillos de alguien. Debería ser un espacio-escuela para las futuras generaciones" concluyó, antes de dar el chupinazo.

Su trayectoria

A principios de los setenta estudia entre Palma y Barcelona las Bellas Artes que después trascenderá en los ochenta, primero en la Bienal de Sao Paulo (Brasil) y después en la Documenta de Kassel (Alemania) donde se hace un nombre. Luego vendrían los premios estatales e internacionales, partiendo del Premio Nacional de Artes Plásticas de 1986 y hasta la gran retrospectiva que el Pompidou de París le postra una década después. Entre tanto estudios entre Mallorca, París y Mali. Entre sus obras más grandilocuentes destacan la cúpula de la sala del Consejo de los Derechos Humanos de Naciones Unidas en Ginebra o su magnífica y cerámica Bodas de Caná de la Capella del Santíssim.