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Entrevista

Flavia Gargiulo: "La reacción de la gente al caso de Jordan Thomas es ejemplo de que vivimos un cambio de viñeta"

"Cuando tengo problemas de iluminación con un dibujo, los resuelvo buscando cuadros del Barroco español" - "El underground está de moda y las mujeres somos el underground" - "Cada uno busca su manera de narrar. A mí me gustan el detalle y la sutileza"

La dibujante residente en Palma Flavia Gargiulo. Guillem Bosch

Es meticulosa y autoexigente. Sus dibujos son oníricos y apolíneos sólo en apariencia; esconden puntos oscuros. Flavia Gargiulo (Madrid, 1983) empezó a manchar el papel cuando veía a su madre trazando figurines para diseñar ropa. "Es muy placentero estar en una habitación con alguien que está dibujando", confiesa. El próximo día 22 dispensará trazos en directo en ArtNit Campos mientras suena la música.

-¿Por qué hay tan pocas lectoras de cómic?

-Sería muy simplista decir que porque la mayoría de autores son hombres. Pero a la mujer española quizá sí le ha parecido más una lectura de hombres, jóvenes o niños. Ahora que hay más autoras o mayor visibilidad de las mujeres que trabajan en la industria de la imagen, la literatura y las artes en general, creo que la mujer sí tiene más acceso a todo ello y es más oficial. Es un hecho que también va parejo a la introducción del cómic en la cultura española.

-¿Hay un perfil de lectora de cómic?

-Sí. Está relacionado con la preparación cultural y el acceso a muchas fuentes de información variada y también privada. Estoy hablando de internet, por supuesto. Hablar de libertad femenina me resulta muy carca y ñoño, pero sí creo que la mujer ha tenido más acceso a la cultura y que nos acercamos a la equiparación con el hombre. Aunque después cada uno busque cosas distintas.

-¿No piensa que la representación comiquera de la mujer ha sido muy estereotipada?

-Sí. Para una mujer, la heroína femenina no es un personaje que lleva mallas ajustadas. Y, si las lleva, probablemente no le queden muy bien. Nosotras nos vamos a sentir identificadas con la normalidad. La heroicidad que se representa ahora es más cotidiana, más valiente.

-¿La irrupción de Moderna de Pueblo les ha dado visibilidad?

-Sí. Antes estuvo Maitena, que sentó un precedente y abrió un camino. Primero, a una expresividad y a un dibujo no convencional. Y luego, a hablar de la normalidad de un personaje femenino. Moderna de Pueblo es muy divertida y franca. No busca el análisis profundo de las cosas, habla de la supervivencia. Dentro de las ambiciones que tiene cualquiera a la hora de crear una obra, puede suceder que dichas ambiciones se perciban como un escollo o como algo ligero y sencillo. Cuando alguien consigue que algo parezca fácil, es que lo ha hecho muy bien. Es el caso de Moderna de Pueblo.

-¿Se educa a las mujeres para ser vulnerables o tener una sensibilidad especial?

-Se habla mucho de esa sensibilidad. Se nos está poniendo en un lugar similar al del hombre porque estamos basándonos en unas leyes hechas por hombres. Pienso que no ha pasado el suficiente tiempo para saber realmente cuál es nuestro sitio en una sociedad moderna. Supongo que sí somos sensibles, pero así como a nosotras se nos ha protegido por nuestra sensibilidad y discriminado al mismo tiempo, al hombre también se le discrimina si demuestra un exceso de sensibilidad. Por otra parte, aún quedan muchas generaciones de mujeres que educan en base a los parámetros que ellas recibieron de sus madres y abuelas. Hace poco leí a una filósofa que decía que la escalera no la subimos todos a la vez, sino que cada uno hace su trabajo personal; en este sentido, cada mujer tiene que desprenderse de los parámetros de su madre o abuela y buscar sus propios referentes. Es una labor difícil que no se hace en grupo.

Colorea a Pere Joan. ¿Cómo es poner color a las viñetas de otro?

-Divertido. Te tienes que meter un poco en su mente. Lo de Pere fue casi mi primer trabajo después de la carrera [estudió Ilustración]. Hice las prácticas en Inrevés.

-¿Colorearle ha dejado huella en su estilo?

-Seguro. Me ha quitado muchos problemas con algunas gamas cromáticas. Un dibujante alemán, Hendrick Dorgathen, comentaba que Pere Joan le resultaba muy interesante porque utiliza toda la gama cromática. El trabajo de dibujante consiste en ponerse retos e ir superándolos. No me imagino acomodada. El año pasado en la Feria de Guadalajara (México) escuché una conferencia de la ilustradora argentina Mónica Weiss. Ella comentaba que había visto dos caminos en la profesión: el de aquellos que consideraban que, investigando, su estilo siempre se podía adaptar un poco al proyecto; o aquellos que tenían un estilo mucho más marcado y lo machacaban. Yo me siento más identificada con el primer tipo: ha de haber cosas que siempre estén hablando del proyecto que estás ilustrando.

-¿Cuántas manos de pintura le faltan a la política española?

-Le sobran. Hay mucho para rascar ahí. ¿Te imaginas esos muebles que están repintados, con muchas capas? Me ha venido la imagen de un mueble que has intentado recuperar pero que ya no tiene solución posible. Y ya no sabes ni siquiera si hay madera buena debajo.

-¿Y si le faltara un color?

-La respuesta fácil es el rosa, por una presencia femenina más real. Ahora con los nuevos grupos políticos hay multitud de colorines. Quizá añadiría un poco de negro para contrastar. A España también le vendría bien un poco de gris porque provoca que el resto de colores se vean mejor.

-¿Qué ha tenido que sacrificar para dedicarse a la ilustración?

-Un trabajo estable. Los trabajos con estabilidad y cierta creatividad no me duran. La ilustración me resulta cómoda y a la vez peligrosa por el continuo cambio. Me permite estar en el mismo lugar físico y tener el cerebro siempre en lugares diferentes.

-¿La ilustración es la hermana pequeña del cómic?

-Cada vez tienen más importancia tanto el ilustrador como el dibujante de cómic. En la década de los 90 hubo un poco de crisis en la ilustración. En España falta mucho por recorrer para que a la ilustración y al cómic se les reconozca realmente el valor que tienen ya no como arte sino como oficios. Pienso que la ilustración es una profesión con solera e historia propia.

-¿Qué tiene de bueno trabajar por encargo?

-Nunca pones toda la carne en el asador porque la idea no es tuya, pero también tienes la responsabilidad de defender la idea de otro. También te ofrece la posibilidad de solucionar muchas cosas en las que de otra manera nunca habrías estado. En ese sentido, aumenta tu capacidad resolutiva.

-Ahora que ya tiene cierta trayectoria, ¿se le queda pequeño el fanzine?

-No. El fanzine es un campo muy noble y al que me gustaría volver. Dentro de lo que es el medio-escaparate, es un campo muy libre. En él puedes hacer lo que te dé la gana: mezclar, decir cosas que en otros medios están más vetadas, etc. Mientras haya gente joven no caerá en el olvido.

-¿Cuándo va a hacer su propio cómic?

-Tengo ganas. Aún no he puesto en papel las ideas que tengo, pero he de confesar que sí hay pequeños hilos argumentales. Voy a empezar a ponerme con la escritura porque ahí flaqueo mucho. Siempre que pienso en guiones veo mucho el cuento ilustrado y mi perspectiva en seguida se pone en la infancia y en los recuerdos de niñez. En la exposición que hice con el ceramista Jaume Roig, titulada Pequeño tratado de costumbrismo submarino, sí planteé mi proyecto como una pequeña historia a la que le faltarían pocas cosas. Tengo ganas de coger esas ilustraciones y ver qué pasa: componerlas y narrar.

-El caso Jordan Thomas, el hijo de Vicenç Thomas, Rafel Creus en el Teatre Principal. ¿Mallorca vive siempre en la misma viñeta?

-No. Y es precisamente por poner el punto de mira en estas cosas, denunciarlas, criticarlas, analizarlas gracias a los nuevos movimientos sociales, a la protesta constante. De no haber sido por todos estos cambios, no nos estaríamos fijando ni denunciando, y este chaval, Jordan Thomas, posiblemente no habría dimitido. Ahí es donde hay un cambio de viñeta.

-¿Ilustración conceptual o narrativa?

-Las dos. Los conceptos también se pueden narrar. Cada uno busca su manera de contar. A mí me gusta el detalle, la sutileza. Un profesor mío me decía: no terminas de poner el foco. Pero es que siempre hay muchas cosas que puedes estar contando a través de los detalles. Y encima si puedes poner un poquito de sentido del humor, mucho mejor.

-¿Por qué la cultura no cuenta ni en el Ministerio de Cultura?

-No lo sé. La cultura no es a lo que regalarle dinero para quedar bien con una parte de la sociedad. La cultura es otra forma de ingresar dinero. Todo aquello que se pueda invertir en ella a nivel estatal revierte. No creo que una clase social intelectual dé tanto miedo para no favorecer su trabajo.

-El nuevo ministro, Íñigo Méndez de Vigo: "Me gusta el cine español. Veo Cine de Barrio". A su lado, ¿Wert era hipster?

-Para ser hipster, le faltaba la barba (risas). Y, no, madre mía, que Wert no sea el representante de los hipsters porque si no estamos acabados. Tendría que haber sido diplomático en Berlín y no en Francia para ser un buen hipster. Todo esto es muy triste. Cómo un Ministerio de Cultura va a representar la cultura de un país si el ministro se ha quedado en el cine de hace 40 años, si es que sabe de qué va Cine de Barrio. Tampoco vamos a pensar que esté intentando despreciar el resto del cine, pero si como ministro se quiere posicionar ahí, ¿de qué se entera este hombre? Si va al cine, debería hacerlo con sus nietos.

-En el cómic, ¿cuál sería el equivalente de Cine de Barrio?

-Qué difícil. ¿A quién metes en ese saco? ¿A Roberto Alcázar y Pedrín al Capitán Trueno? Ellos serían el objeto del cómic que se centraría en los tebeos de esa época. En este sentido, pienso en algo que se le acercaría como El invierno del dibujante de Paco Roca o el de Zapico sobre las minas, enfocado en esa sociedad. Pienso que la novela gráfica y el cómic van por otro camino, de todos modos. No se necesita un Cine de Barrio para el cómic, nadie necesita recordar a los clásicos porque los clásicos creo que siguen siendo muy respetados y están muy presentes. No hay un público que viva tanto de la nostalgia.

-¿Qué le da vergüenza?

-Hablar en público. Soy un pelo asocial. Las multitudes asustan. Tanta gente observando. Y eso que nuestro trabajo está ahí, al alcance de muchos. Hay una rama de la Psicología, la Psicología del arte, que ahora se pondría las botas.

-¿Cuál ha sido su último desengaño?

-Cuando no termino de cuajar con un cliente para mí es un desengaño. No puedo desvincularme emocionalmente de mi trabajo. Se puede y se debe, pero yo no he aprendido a hacerlo.

-Los clásicos son de una modernidad radical. ¿Cuáles son los suyos?

-De pequeña me encantaba Hugo Pratt, creador de Corto Maltés. Era un poco hipster con su gorra de marinero. Los grabados de Durero me parecen algo espectacular. Y la luz del Barroco. Muchas veces según qué problemas de iluminación los resuelvo buscando cuadros del Barroco español.

-¿Dibujante o dibujanta como dijo aquella ministra de miembro/a?

-Siendo prácticos, diferenciar por sexo da mucha información. El lenguaje ha de evolucionar. Hay países con lenguas importantísimas que no tienen Real Academia. Si le han podido quitar el acento a sólo, qué más da que le pongan una a a una palabra. Me parece más criminal que se pueda decir asín con ene. Me duele.

-¿En la ficción dibuja un mundo deseado?

-Mis dibujos son muy oníricos, pero cuando estoy dibujando y pintando estas ficciones tan propias me cuesta mucho justificar lo que estoy haciendo. Por ejemplo, en el de la ciudad sumergida con los peces, me pregunto: ¿y este tío está en una casa en la que no entra el agua pero la ciudad está inundada? ¿Cómo es posible? ¿Te imaginas la cantidad de burletes que tiene que haber en la ventana? ¿Y cómo airea, no puede abrir la ventana por la mañana? Todas estas cosas me resultan muy incómodas y luego me gustan. Pienso, ya encontrarán los lectores la solución. Yo creo que hay bastantes dobles lecturas. Quizá dibujo mundos muy bonitos, pero creo que también tienen muchos puntos oscuros. Tienen esa tensión de lo imposible y lo incómodo. Creo que estar un poco incómodo es importante. ¿Ya lo he dicho antes?

-Colau, Carmena, Oltra. En política les llevan la delantera. ¿Para cuándo una jefa en el cómic?

-Ya llegará. La generación de las dibujantes de cómic es relativamente joven, más allá del trabajo de Esther y su mundo y otras autoras, que bien se merecerían un premio.

-Los hombres hablan del underground. Pero las mujeres son el underground.

-Eso es muy gracioso. Estamos de moda. El underground está de moda y las mujeres somos el underground. Se trata de aprovechar ese tirón porque nos hemos quedado tiradas en la cuneta muchas veces. El otro día leí un artículo sobre las artistas de la generación del 27. Hay un proyecto de recuperación de su memoria con la intención de llevarlas a la escuela. No se va a quedar en un libro o en un documental el proyecto, sino que va a acabar en los libros de texto. He ahí un ejemplo de cultura bien llevada.

-Dibuja superposiciones de urbes. ¿Le obsesiona el medio ambiente?

-Es una realidad que me preocupa. Durante una temporada trabajé en un polígono industrial, en unas oficinas haciendo diseño gráfico, y no me podía creer que algo que había hecho el hombre fuera tan pésima idea para el propio ser humano. Nuestros propios entornos nos los hacemos agresivos. Y lo de las ciudades no sé de dónde vendrá.

-¿De la soledad?

-Es cierto que en las ciudades estamos muy solos. Detrás de cada uno de mis personajes creo que no hay un gran drama. Me interesa también lo del voyeur, la ventana, lo poquito que puedes conocer de una persona a través de ella. Y luego imaginarte el resto, la complejidad de cada una de esas personas. En esta vida moderna sí estamos cada vez más solitos y aislados, pero ahora con la crisis estamos obligados a compartir, hay menos soledad elegida. Lo del abigarramiento creo que también lo empecé porque me gusta el collage de formas. De todos modos, me gustan las ciudades más controlables, a escala humana.

-¿Prefiere dibujar una ciudad sin terrazas?

-No. Lo siento, pero las ciudades tienen que estar vivas.

-¿Y sin plazas de toros?

-No me gusta hacer círculos. Se me dan fatal. Así que, mira, mejor sin plazas de toros.

-¿A una isla desierta se llevaría el lápiz o un libro?

-Un libro. No necesitas un lápiz para dibujar, un palo te basta. El lápiz es fácil de sustituir, la literatura no.

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