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Jo qué noche

Los poderes extraños de Mallorca

La Bien Querida, que salvó su concierto del pasado sábado en el MélonFest, se elevó sobre un mal sonido provocado por la cercanía de los tres escenarios

Ana Fernández-Villaverde, el sábado, en Vilafranca. twitter @mhsalleras

Nada chirría en las canciones recién estrenadas y en los nuevos arreglos electrónicos para los temas antiguos de La Bien Querida. Muestran a una artista pletórica y con las ideas claras: letras de amor sencillas y contundentes con deje de canción española, una voz lánguida pero bien aprovechada y un paisaje sonoro entre el tecno, el krautrock y el pop de amplio espectro. Sin embargo, ¿en qué queda un artista pletórico cuando envoltorio, medios y tecnología dispuestos en el escenario o festival fracasan? En una oportunidad perdida. Y en un chasco para el músico invitado -bastaba ver la cara de la cantante- y su público. Ésta es la manera menos cruel de resumir el resultado del concierto que la bilbaína en estado de gracia salvó por los pelos en el MélonFest del pasado sábado. Pese a la torpeza técnica (disponer casi codo con codo tres escenarios simultáneos viola cualquier ley física), Ana Fernández-Villaverde se elevó sobre el mal sonido consiguiendo en momentos puntuales poner al respetable a punto de nata.

Con un disfraz electrónico nuevo y molante, Hoy abrió la actuación pasada la medianoche. Un hit de escala media que introdujo la melodía -muy Franco Battiato- de Música contemporánea, del nuevo Premeditación, Nocturnidad y Alevosía, el disco preeminente del concierto junto al anterior Ceremonia. Las piernas se impusieron con Arenas movedizas y Alta tensión derramó potencia farruca para las mujeres con el corazón roto: "No te quiero, no te quiero, yo ya no te quiero". Gritos catárticos. Con problema adosado: el tema sonó estruendoso y empastado, tanto que la cantante lanzó una mirada de descontento a su compañero David Rodríguez, el cerebro de todo el paisaje sonoro junto a Frank Rudow (ex Manta Ray), su ayudante y batería en los directos. Por si a alguna alma cándida le cabía alguna duda sobre el motivo del guirigay ruidoso y la incomodidad con que hubo de actuar la banda, la cantante descargó circunspecta y muy finamente sobre el festival: "Aquí, a tope, con la música"; "estamos contentos de estar en la primera edición del MélonFest, con cariño, eh!"; "esto... los poderes extraños de Mallorca". Una leve inquietud sobrevolaba el concierto a medida que iban despachando el repertorio: Vueltas, Carnaval, Corpus Christi, A veces ni eso, Poderes extraños... La estampa era la de una Ana frente al micro con las manos taponando sus oídos mientras una batería metronómica de otro grupo rebotaba por el este. Los ánimos se revitalizaron gracias a Muero de amor, Disimulando, Ojalá estuvieras muerto y De momento abril, con la cantante agarrando el mástil de la guitarra.

Un concierto con banda sonora

La Bienque colocó bien la voz pese a las trampas de la confusa e incordiosa banda sonora que acompañó a su concierto. Su interpretación e imagen dispensaron coherencia moderna al romanticismo tecno-pop que preconiza. En esta línea, el escenario se llenó de pedales y maquinaria, humo y luces vintage.

Conclusiones: no fue un fiestón -no hubo bis ni conato de ello, normal; igual después los djs animaron el terreno-; hay verbenas de pueblo que suenan mejor, y, ante la adversidad, Ana y David dieron ante 200 personas una lección de educación y gran profesionalidad.

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