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Con ciencia

Como la Tierra

Como la Tierra

Las misiones Kepler y K2 de la NASA se plantearon el objetivo de detectar exoplanetas, los cuerpos que orbitan otras estrellas distintas a nuestro Sol. La forma de hacerlo consiste en medir los cambios en la luminosidad percibida de una estrella, buscando un eventual oscurecimiento que indique que un planeta está cruzando en ese momento por delante del disco solar. Se deduce que es así precisamente por los cambios mínimos que provoca en su brillo. Entre los 4.696 candidatos examinados, la misión Kepler ha confirmado hasta el momento la existencia de 1.030 exoplanetas. Se trata luego de analizar, en el laboratorio ya, sus características, cosa que lleva su tiempo. Pero los científicos de la NASA han podido concluir que, entre esos más de mil planetas de fuera de nuestro sistema solar, doce de ellos se encuentran en la llamada zona habitable entendiendo como tal la distancia a sus respectivas estrellas que permitiría que hubiese agua formando lagos y mares en la superficie. El 27 de abril de 2014 la NASA comunicó que uno de esos exoplanetas de la zona habitable, el Kepler-186f, tenía un tamaño parecido al de la Tierra.

Un año más tarde la NASA ha comunicado que, en el vigésimo aniversario de la confirmación de que los exoplanetas existen, se ha hallado una réplica cercana del conjunto Tierra-Sol: en la constelación del Cisne, a 1.400 años luz, la estrella Kepler-452 cuenta con un exoplaneta, Kepler-452b, cuyas características llevan a que se le pueda calificar de primo cercano de nuestro planeta si es que cabe hablar de rasgos de familia entre los cuerpos celestes. Dicho en otras palabras, supone el mejor candidato que existe con las condiciones necesarias para poder albergar seres vivos.

Es pasmosa la información que la ciencia logra obtener analizando los datos enviados desde las sondas espaciales. John Grunsfeld, administrador asociado de la NASA's Science Mission Directorate en Washington, ha sintetizado algunas de las conclusiones del estudio de Kepler-452b y de su estrella. El planeta es un 60% más grande que la Tierra, se encuentra un 5% más alejado de Kepler-452 que nosotros del Sol y su año dura 385 años, en la práctica como el nuestro. La estrella, por su parte, es de un tamaño similar a la nuestra pero tiene 6.000 millones de años, 1.500 más que el Sol. El equipo de investigación de la NASA en Moffett Field (California) concluye que es probable que Kepler-452b sea más viejo que la Tierra en un rango semejante y, por tanto, suponga una oportunidad excelente para estudiar cómo será la evolución de nuestro planeta.

De inmediato me ha asaltado un pensamiento. ¿Tendrá vida Kepler-452b? Y de tenerla, ¿cómo será? Porque si nuestra especie, a la que damos por inteligente, cuenta con cerca de 200.000 años y hemos creado en ese tiempo enormes problemas ambientales que amenazan al clima del planeta, ¿puede alguien creerse en serio que el ser humano seguirá existiendo dentro de 1.550 millones de años?

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