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Entrevista

Pepe Link: "Guetta no hace canciones perdurables en el tiempo, sus discos se desvanecen"

Pepe Link es uno de los DJ´s más reconocidos de la isla. Esteban Mercer

-¿Comunicador musical? Suena bonito.

-Siempre he tenido la obsesión, desde niño, de dar a conocer la música que me gustaba. Era el típico que grababa cintas para regalarlas, el primero que en las fiestas ponía la música. De siempre he querido que la gente conociera la buena música, me corría por dentro.

-¿En qué momento esta afición pasa a ser una profesión?

-En el año 1995 fui al Sónar, escuché a gente pinchando y pensé que yo lo hacía mejor que ellos. Compré un equipo, empecé a investigar, presenté una maqueta al Sónar y me llamaron al año siguiente. Fue el punto de inflexión, en este momento mucha gente empezó a preguntarse quién era Pepe Link, un mallorquín que pinchaba en el Sónar, que es lo más. Allí nació también mi nombre, que en realidad es un eslabón perdido, una anécdota que se ha convertido en mi nombre de verdad puesto que muchos creen que me llamo así desde mi nacimiento.

-¿Qué es la buena música?

-La que es buena de verdad. Yo decía que era imposible que me gustara el country y con el tiempo he aprendido a apreciar su valor. El folk americano me encanta. Lo mismo ocurre con el flamenco o la copla. Incluso la música infantil puede ser de gran calidad. Tiene que tener algo que me llegue. Antes era mucho más selectivo, ahora escucho todo.

-¿Qué momentos marcan su profesión?

-Sin duda el hecho de que mi hermano fuera un apasionado de la música y me contagiara esa pasión. El segundo, el festival Sónar; y el tercero, la aparición en mi vida de Juan Picornell. Nos encontramos dos almas gemelas. Siempre he pensado que la profesión frustrada de Juan es la de DJ. Es un buscador de estilos, muy perfeccionista, un buscador de tendencias. Yo no era ni cliente de Cappuccino, me hizo una propuesta, le hice un CD, le pareció maravilloso, comencé a grabar música mensualmente para los locales y acabamos creando una marca musical. De hecho el primer disco de Capuccino está formado por el 80 por ciento de canciones que grabé para Juan en ese primer CD de prueba. Lo que es la vida, al cabo de un año la gente pedía poder llevarse la música que estaba escuchando en los locales. Habíamos creado una marca musical sin pretenderlo. Llevamos nueve discos y ya estamos preparando el número diez.

-¿Qué ha pasado del primero al noveno? Son muchos discos y muchos años.

-Llevamos 150.000 copias vendidas de todos los volúmenes. Es una cantidad exorbitante, y más ahora que es tan complicado vender discos. Hemos creado una marca muy personalizada, diferente. En marzo, cuando comienzan a llegar los turistas, piden un café y el disco nuevo. Es mágico. En el primero hacíamos unidades de cinco mil en cinco mil que se agotaban inmediatamente. Gente que desde Japón o Australia pida nuestros discos es muy gratificante. La gente lo quiere y esto nos ha llevado a hacer recopilaciones de cada mes de cada año, lo que más nos gustaba de lo que sonaba en los locales y que al final se convierten en un disco. Juan y yo montamos un puzle en una especie de pelea de gallos, de gustos, porque estos van variando. Es un trabajo muy artesanal.

-¿Estos nueve discos han evolucionado conforme lo hacían las modas musicales?

-No, para nada. El segundo disco fue de jazz, después salté a la bossanova, era un paso inevitable, y de ahí a la música acústica brasileña. La marca de la casa son las versiones, un trabajo de investigación diario, de buscar a artistas que en un momento dado hacen una versión que encaja con la filosofía nuestra. Son discos que no deben cansar, ni molestar. Son la banda sonora de nuestra vida. En el quinto disco hicimos un cambio radical. Le propuse a Juan hacerlo con música de noche, es un disco de gin tonic, para después de la cena. El sexto significó la mezcla de todo, metí hasta folk. La canciones tienen mucho sentimiento. Lo estábamos acabando y murió Cesária Évora, que me encanta. Encontré un tema suyo, Tiempo de silencio, que nos dio la clave. Fue muy emotivo y marcó la línea del séptimo. El octavo es una historia muy divertida que le sucedió a Juan en Valencia. Cogió un taxi para que le llevara a su local de la ciudad y el taxista llevaba una selección increíble de música francesa. Brel, Aznavour, etcétera. Le dijo al taxista que le encantaba y este le dio el cedé. Un taxista de Valencia cambió la música de todo un año. Juan me pidió que me pusiera a investigar y durante un año el Cappuccino se convirtió en el café de París."Resulta muy gratificante que te pidan discos gente de Japón o Australia"

-¿Y el nueve, que es el que nos ha traído hasta aquí?

-Ha pasado una cosa muy curiosa con las multinacionales. Cada año hay que pedirles permisos, muchos, y durante años también eran muchos los que nos denegaban el derecho a utilizar su música. Este año nos han concedido todo lo que les hemos pedido, dándonos unas posibilidades increíbles. Hay temas muy conocidos que antes era impensable que nos dieran y que ahora los tenemos a mano. Ha quedado un disco "más comercial", pero es de los mejores que he hecho.

-¿Usted es una especie de director de orquesta?

-O un coctelero, o un cocinero, Cojo ingredientes y procuro armar un plato o un coctail perfecto. Sé cuando lo tengo, sé cuando necesito una canción en cuanto la escucho. Hay canciones que solo se pueden escuchar en mis discos. Le adelanto, creo que tenemos una deuda con el flamenco. Entre Cuba y Sevilla andará la cosa. Yo cuido mucho lo que hago, lo hago con amor. Mire lo que ha pasado con Café del Mar, con José Padilla, su Dj, en cuanto dejó de hacerlos él, con su amor, los discos bajaron de calidad.

-¿Qué siente cuando nota que la gente se divierte con su música?

-Es el clímax. Cuando los tengo delante y noto que sienten lo que les doy, que me siguen, que van al ritmo de la música que les hago escuchar, es lo más. Indescriptible."Cuando los tengo delante y noto que sienten lo que les doy, que me siguen, es lo más. Indescriptible"

-¿Es consciente que se ha convertido en un referente para mucha gente? ¿Qué piensa del fenómeno David Guetta?

-Para nada. Tengo el ego muy controlado. Mis referentes, como José Padilla, sí que me han hecho descubrir cosas que desconocía. Guetta forma parte de la evolución natural de la música. Es para ser consumida rápidamente y para olvidar. No hace canciones perdurables en el tiempo, son discos que se desvanecen.

-¿Cómo surgió colaborar con Air Europa?.

-A María José Hidalgo la conozco desde hace muchos años y es otra apasionada de la música, otra loca de las canciones, como Juan y como yo. Un día, entre risas, surgió la idea de hacer una prueba en un avión, porque parecían la consulta de un dentista. Fue un éxito porque gustó a los pasajeros y a la tripulación. Ahí empezamos a hacer una programación para todas las naves que además viajan por todo el mundo. Cuando entras en un avión ya hay otro ambiente. Cada tres o cuatro meses hacemos un cambio, una nueva selección, en cada avión hay diferentes selecciones, depende del destino.

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