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Entrevista

Bartomeu Seguí: "Varoufakis es uno de 'Los Vengadores'"

-¿Los autores de cómic serio envidian en secreto a Batman y Superman?

-No. Sí envidiamos la difusión y la promoción que tienen estas series, pero en cuanto a los personajes estoy satisfecho de poder hacer trabajos más personales.

-Si no tuviera el lápiz y la tinta, ¿cómo contaría historias?

-Lo más parecido a mi manera de narrar es el cine. Pasar a la literatura o a la narrativa no lo veo. De hecho, la parte de la escritura de mis últimos libros la he pasado a un guionista.

-Se refiere al cine, pero no la pintura. ¿Por qué?

-Estudié Pintura en la Escola Massana. Me di cuenta en seguida de que, a pesar de tener destreza, la narrativa me marcaba mucho. Soy un dibujante secuencial. Y la pintura sugiere más y yo lo quería decir todo dentro de un cuadro. Técnicamente era interesante porque era la época de las transvanguardias y podías hacer cosas muy vistosas. También coincidió con la revista Madriz [con la que acabó colaborando]. Fue una época en la que hubo toda una corriente para descubrir nuevas posibilidades en el lenguaje del cómic.

-Volviendo al cine, ¿ya no tiene edad para coger la cámara?

-No. Mi hija ha estudiado cine y sería ella quien la cogería. De todos modos, he de reconocer que cuando me pongo con el ordenador o el móvil a hacer probaturas con el vídeo me divierto mucho.

-Sus guionistas más recientes son Felipe Hernández Cava y Gabi Beltrán. ¿Por qué trabaja con autores tan literarios?

-No ha sido premeditado. Me interesaba que las historias fueran buenas. Tampoco sabía si sus guiones iban a ser literarios o más como un cómic tradicional. Para mí es fácil trabajar con un guionista porque me puedo desentender bastante de la figura del otro y pienso que ellos también lo hacen. Cada colaboración que he hecho con Felipe ha sido una sorpresa para los dos. En el caso de Las serpientes ciegas y en las últimas obras, he realizado una adaptación más fidedigna de sus guiones, pero ha habido casos en los que me ha gustado apartarme de ellos y hacer un trabajo casi abstracto. Es el caso de una historieta que se publicó en Francia y Portugal sobre la cuestión de las pateras. Era un historia casi picassiana y muy suelta. Nunca he recibido queja alguna de Felipe, ni sé la respuesta que tuvo cuando recibió las páginas. Siempre nos hemos respetado y tenemos cierta libertad. Pienso que Felipe posiblemente ha ido dando rienda suelta a una pluma más literaria e íntima por el tipo de dibujo que yo hago. El otro día releía guiones suyos con otros dibujantes y es cierto que con mis dibujos escribe más.

-Su manera de dibujar es camaleónica. ¿Le preocupa el estilo?

-Antes me preocupaba no tenerlo definido o reconocible. Aunque pienso que sí acabo haciendo mío todo lo que dibujo. Felipe dijo que mi estilo era mi obra. Supongo que lo de ser camaleónico fue también lo que facilitó que en los mismos años estuviera publicando en revistas tan diferentes como Cairo, El Víbora, Pequeño País, Madriz... Podía ser suave y duro, pero siempre sin serlo en demasía. Porque, claro, en El Víbora no dejaba de ser el corderito (Risas). Ahora disfruto cambiando de registro sin ninguna preocupación.

-Es un poco como los actores versátiles.

-Sí, o los secundarios. Me hacen gracia los secundarios o incluso aquellos secundarios que son ellos mismos y siempre quedan bien en cualquier papel. Es el caso de Anthony Queen. Queen era Queen hiciera de Papa en Las sandalias del pescador o de artista ambulante de circo en La strada de Fellini. A Seymour Hoffman también le sucedía lo mismo. Siempre era él pero quedaba bien en todas las películas."Llevo cuatro años dibujando historias muy serias y me apetecería probar con una comedia ácida"

-¿Le apetece poner su pluma en alguna historia?

-Lo he pensado porque han sido cuatro años de historias muy serias. Y tengo muchas ganas de hacer una comedia, pero es complicado porque no hay comediantes. Me gustaría hacer algo tipo Gérard Lauzier, quien crea unas historietas muy ácidas. El problema es que no sé si soy tan ácido para escribirla. Soy el corderito (Risas). Llevo una vida muy normal y me lo tendría que inventar casi todo.

-Si tuviese que dibujar el universo de un pintor, ¿a quién elegiría?

-De los grandes clásicos, a Miguel Ángel. Lo que pasa es que después de El tormento y el éxtasis estaría muy influenciado. Quizá también a Leonardo. Del mundo de los modernos, a Dalí por lo histriónico. Los expresionistas alemanes también me marcaron mucho: Nolde, los del grupo Die Brücke.

-¿Cuándo empezó a publicar?

-En Barcelona estudiaba Pintura por las mañanas y por las tardes iba a mostrar mis trabajos. A mi clase venía la hija del dibujante Fernando Fernández, que había montado una academia de cómic y tenía que preparar un reportaje de promoción. Entonces fuimos allí a hacer de figurantes y me llevé mi carpeta. Vieron mis páginas y pensaron que podían servir para la revista Metropol. Desde ese momento todo empezó a rodar. Me dieron un guión de dos páginas y al mes siguiente ya fui yo con otro de cuatro. Lo primero que publiqué en libro fue una recopilación de las historietas de Simón Feijoo, una especie de precedente de Torrente. El renacimiento de mi trayectoria llegó sin duda con Las serpientes ciegas, más enfocado al mercado francés. Fue cuando me planteé: o voy a por todas o lo dejo."Mi estilo me ha permitido publicar al mismo tiempo en revistas diferentes, aunque en ´El Víbora´ era el corderito"

-Se decanta por las historias entre el noir y lo policiaco, con trasfondo histórico y que contienen una reflexión política sutil y nada maniquea. ¿Qué aporta el dibujo que no pueda aportar una novela sobre todas estas cuestiones?

-El cómic siempre arrastra la etiqueta de que es un medio para niños. Yo pienso que en cómic se pueden hacer tantas obras de envergadura como en cualquier otro medio. Por eso, siento una necesidad de trabajar en obras que sean para un público adulto y que éste pueda leerlas como si fueran obras de peso. Es una batalla que todavía no está ganada. Afortunadamente, puedo decir que no dependo de la industria, lo que me permite poder enfrentarme a estas obras sin la preocupación de llegar a final de mes. Hay otros trabajos que me aseguran la subsistencia. Así puedo conseguir que el cómic sea mi terreno para decir algo importante o consistente. Asimismo, veo que el cómic confiere a sus creadores unos ámbitos de libertad y renovación que ya no veo en la pintura, donde lo más moderno que se hizo ya es del siglo pasado. Pienso que los recursos propios del medio, como la secuencialidad, aún tienen muchas posibilidades. El cómic ostenta unas audacias narrativas muy modernas.

-Una de sus bazas es el dibujo de escenarios y localizaciones. ¿Cómo decide lo que no hay que dibujar?

-Intento ser verosímil, pero no fotográfico. Me documento, pero ese proceso no es consciente para mí. Soy un dibujante más visceral que cerebral. Nunca me ha gustado la excesiva documentación. También está el factor de que no quiero trabajar de más.

-¿Hay algo menos divertido que el guión de la vida de un dibujante?

-No. En mi caso de corderito (ríe), he de decir que he tenido una vida sosa, tranquila y sin altibajos. Por eso dejé también de explicar mis propias historias. Cuando eres joven, todo lo que vives te parece único y especial. Pero en realidad todo el mundo pasa por las mismas fases.

-¿Qué espina de la vida lleva clavada?

-No aprovecharme más de las ventajas de no tener jefe. Me enredo, me pongo a mirar internet y no cojo el coche para ir a nadar o pasear.

-¿En el caso del cómic sobre ETA, Las oscuras manos del olvido, que fuera cómic facilitó su publicación?

-No. Lo que pasó es que era el mejor momento para que saliera. Aunque es cierto que el proceso de paz se está alargando. Pero sí teníamos la sensación de que estábamos trabajando sobre algo que se estaba cerrando y que hay prisa tanto por cerrar como por tapar aspectos incómodos. Al principio lo viví con preocupación. Había que tratar un tema delicado sin ser equidistante. Y lo conseguimos. Es uno de los guiones más buenos de Felipe.

-Con esta cuestión, le tomaron la delantera a la novela.

-Ha habido algunas novelas de Juan Madrid, pero no tratan tanto sobre el tema de las víctimas. Como son las que sobran...

-Podrían haber ganado tanto dinero como Ocho apellidos vascos.

-(Risas) A veces, el público prefiere un caramelo que una cucharada de ricino.

-¿La memoria sangra?

-Sí. Es lo que vamos perdiendo. En la memoria está la identidad, la esencia de lo que somos. A medida que vas perdiendo recuerdos, vas dejando de ser tú mismo. De hecho, pienso que acabamos de desaparecer en el momento que la última persona que se acuerda de nosotros muere.

-¿En qué estantería guarda el Premio Nacional?

-Es un diploma. Está enmarcado y colgado en la pared de mi estudio [en Santa Maria]. Las fotos con Felipe y Letizia, que fueron quienes me lo entregaron, las tienen mis padres. Yo no me sé vender. Ni siquiera las tengo puestas en mi web.

-¿De cuántas críticas sale ileso?

-De bastantes. Me tratan bien. Debo tener esa facilidad de caer bien a la gente y me tratan con suavidad. No recuerdo críticas que me hayan dejado hundido. Y no es algo que me preocupe. Ahora estoy dibujando más para mí mismo, pensando en aquello que a mí me gustaría leer, y no tanto para el lector o para un mercado potencial. Así me siento más cómodo.

-Con Historias del barrio, ¿fue un acto impúdico introducirse de manera tan directa en la biografía ficcionada de otra persona?

-Es algo en lo que he pensado a posteriori. Sí tenía la sensación de que estaba haciendo mío algo que no lo era en absoluto. Y, claro, sentía un poco de vértigo. Sobre todo en momentos duros, como el último capítulo, cuando la madre maltrata al protagonista. Poco a poco iba tomando las decisiones de cómo narrar todo aquello. Y me sentía responsable. Coincido con Gabi Beltrán en que había que ser pudoroso. Así que traté de mostrar las cosas de manera púdica, lo que no quiere decir que había que esconderlas. Para mí, lo mejor del libro es que siendo una historia personal se podía hacer una lectura universal. Podían ser historias del Bronx.

-También es un homenaje a Palma.

-Sí. Yo era vecino de Gabi también. Él vivía en la parte oeste de Sindicato y yo en el este. Y conocía esa zona de huir de ella. Me hacía gracia dibujar algo tan próximo. Además, me doy cuenta de que suelo explicar las cosas desde una perspectiva positiva. Me resulta más sencillo encontrar puntos de estimación.

-¿Le gusta más dibujar una ciudad con terrazas o sin terrazas?

-Sin terrazas, porque significa dibujar menos gente. Pienso que la ciudad ha de ser también de los ciudadanos, no sólo de los clientes. No lo podemos hacer todo para el mercado o los turistas. Si te pasas de la raya, todo empieza a perder valor. Palma ha de tener sus espacios de recogimiento y tranquilidad. Si no, se convertirá en una ciudad intransitable.

-¿Recuerda la última vez que le dijeron "no"?

-Siempre he intentado no pedir, incluso cuando presentaba mis primeras páginas a los editores. Prefiero proponer. Por lo tanto, evito ponerme en situaciones en las que me puedan decir un "no". Debe haber pocos "noes" que me hayan frustrado.

-¿Cuándo será su exposición en el Solleric?

-A mediados de septiembre. Es una retrospectiva que ya empieza a doler, hace cuatro años que se tendría que haber hecho.

-¿Se sienten apoyados los comiqueros de la isla?

-He de confesar que en esta última legislatura nos hemos sentido apoyados. Después del traspiés con el Ciutat de Palma de Cómic, que botó de los premios, sí ha habido una apuesta vía Còmic Nostrum que esperamos que quienes nos han apoyado siempre continúen haciéndolo. Hay cuestiones que deberían traspasar las legislaturas, y ser de estado y no de partido: la educación, por ejemplo.

-¿El cómic es una de ellas?

-Sí (Risas). Ahora he quedado como un buen presidente del Clúster de Cómic. Hay que hacer del cómic una cuestión de estado. Si lo pones de titular, lo negaré.

-¿Cuántas veces juega contra sí mismo?

-Nunca, porque me dejo ganar. No soy competitivo. Supongo que me viene de raíces familiares, de mis abuelos, que tenían esa mentalidad rural de que no te debes pelear nunca. No hay una pelea si uno de los dos no quiere. Yo soy un poco así.

-El corderito.

-(Risas). ¡Acabamos siempre en el mismo punto!

-¿Hay algún dibujo que se le haya escapado de la mano?

-El último. Ha sido a raíz de haber pasado del dibujo manual al digital. Cuando me encargaron el cartel para el salón Viñetas -has de entregar el original-, las pinturas estaban secas de no usarlas. Volverme a enfrentar a un dibujo con pintura y pinceles y sin poder hacer Ctrl+Z fue duro.

-También hace tiras cómicas. ¿El humor es un parche?

-El humor es un parche y un arma para enfrentarse a muchas cosas. En el caso de la tira, es un fantástico parche económico. El humor es una de las cosas que siento que más he perdido con el paso de los años.

-Dibuja para prensa. ¿Ya se ha leído la Ley Mordaza?

-No directamente, pero sí he leído muchas reacciones sobre ella. Lo de la ley es de esas cosas que van a durar media legislatura. No puedes aprobar algo que sabes que más de media sociedad rechaza.

-¿Se atrevería a caricaturizar a Mahoma?

-No. Pero no por Mahoma, sino por los integristas o por los que se apoderan de las normas y leyes de lo que se puede o no hacer. Los dioses no serían integristas, son los creyentes los que muchas veces lo son. Además, por lo que me pagan, no vale la pena jugarme el pellejo (ríe).

-Los comiqueros han pasado del ¿viviré de dibujar? al complejísimo ¿viviré de dibujar en internet?

-Lo de dibujar en internet me pilla mayor. A duras penas llevo al día el twitter, el blog y la web. Todos mis libros están en versión digital en las plataformas que hay, pero hay algunos de ellos que están pirateados.

-Ibáñez dice que Varoufakis es un personaje de tebeo. ¿Cuál sería?

-Varoufakis es uno de Los Vengadores. Su dimisión ha sido coherente. Es mejor lo que él ha hecho que lo de Tsipras. En todo este tema, me llama la atención cómo la mentira se ha ido apoderando de la verdad. La crisis no vino por Zapatero, es una crisis financiera en todo el mundo. Nos dicen que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades a fin de ocultar la verdadera causa del problema.

-¿Qué hora del día le parece una pérdida de tiempo?

-Esos momentos en los que estoy trabajando y en lugar de estar viviendo me encuentro frente al ordenador. Mi máxima sería trabajar para vivir y no al revés. A ver si lo consigo.

-¿Quién sabe más de usted que usted mismo?

-Mi mujer Sònia [Delgado], y no lo sabe todo. Todavía sigo siendo un misterio.

-¿En qué dibujo vivimos?

-En 13, Rue del Percebe de Ibáñez. Que es un poco Berlanga. Seguimos viviendo en esa España que nadie mejor que Berlanga ha sabido explicar.

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