Sebastião Salgado (Aimorés, Minas Gerais, Brasil, 1944) hubo de volver a la génesis, al estado original en que se creó la Tierra, para recuperar la esperanza en el hombre. Los mayores horrores jamás vistos a través de su objetivo le hicieron rebobinar. Regresar al punto cero para poder vivir y continuar fotografiando. El brasileño había perdido la fe en la humanidad tras su proyecto Éxodos, en el que había retratado rostros de emigrantes que miraban con amargura a cámara en mitad de la tragedia de la huida. El choque más doloroso lo experimentó cuando entró en contacto con el genocidio de Ruanda. "En muchas ocasiones, tuvo que dejar la cámara en el suelo porque estaba llorando", desvela Miguel González Navarro, representante del artista en España y director de la agencia Contacto. A esta tragedia humana se le sumó un episodio biográfico, reforestar la hacienda de su infancia en el valle del río Doce, una experiencia que hizo de chispa para encender su obsesión de los últimos ocho años: inmortalizar los últimos paraísos del mundo, unas tierras inalteradas que invitan a la interrogación sobre el estilo de vida humano actual y su impacto en los recursos naturales del planeta. Gran parte de este proyecto -Génesis- es el que podrá contemplarse hasta el 24 de mayo en CaixaFòrum Palma, una muestra enmarcada en una itinerancia internacional de grandes dimensiones.

Después de su experiencia de denuncia en África, "Salgado cayó en una especie de depresión profunda", relata su representante español, un estado del que se recuperaría después de trabajar durante ocho años (2004-2012) en esta génesis, de la que renació como el ave fénix. "Ahora ha restituido su fe en la Tierra y está pletórico", prosigue Miguel González. El reencuentro en blanco y negro de Salgado con los últimos paraísos ha cristalizado en el Gran Hotel en una muestra de cien fotografías tomadas en 32 viajes distintos, un recorrido por el mundo virgen con paradas en la Antártida, Madagascar, Botsuana, el parque de Virunga en la triple frontera entre el Congo, Ruanda y Uganda, Alaska, la meseta del Colorado en Estados Unidos, Siberia o la selva del Amazonas.

El fotógrafo redescubrió tanto la esencia del ser humano como a sí mismo en muchos instantes de su largo periplo. "Por ejemplo, a su llegada al Círculo Polar, preocupado por el transporte de ropa de abrigo y medicamentos, cayó en la cuenta, tras convivir con una de las etnias nómadas retratadas, que él era el único que transportaba cosas innecesarias", comenta González. "Otro de sus viajes extremos fue un recorrido de 850 kilómetros a pie por Etiopía, acompañado únicamente por mulas, un guía y parte de su equipo. Estuvo andando por una zona muy simbólica que supuso el origen del Antiguo Testamento, unas tierras muy vinculadas a la fe cristiana", agrega.

Lazos de confianza

Además de la honda preparación de los proyectos, una de las claves del trabajo de Salgado es establecer lazos de confianza con el objeto de sus fotografías. "Sebastião ha de sentir que no viola ni altera nada cuando dispara, él quiere asegurarse de que su clic no va a molestar a nadie. Por eso, cuando llega a un lugar, pueden pasar varias semanas sin tomar imágenes. Empieza a retratar cuando siente que le han admitido y cuando comprende las motivaciones de lo que fotografía", asevera González. Esa confianza del brasileño tiene recompensa en sus instantáneas en forma de miradas a cámara por parte de los personajes retratados, casi siempre seres olvidados y deprimidos pero "inmortalizados con una dignidad increíble". Todos ellos acaban entregándose al objetivo de Salgado. "Asimismo, en esta exposición parece que la Naturaleza ha caído rendida a sus pies", sostiene González. También los animales. En la muestra, los ejemplos son numerosos. Llama la atención una fotografía de gran plasticidad que representa la cola de una ballena. La cercanía y el detallismo de la piel metálica del animal -parece pintada con grafito- son abrumadores. "Salgado consiguió comunicación con ese enorme cetáceo que estuvo navegando junto a él y su expedición durante un buen rato. Tanto es así que el brasileño extendió el brazo y la ballena calculó el movimiento para rozarle con la cola", narra González. La mirada simpática de una tortuga o la desafiante de un leopardo en la noche de Namibia son instantes fruto de la infinita paciencia del brasileño, acaso el fotógrafo contemporáneo más famoso del mundo.

Génesis arrancó en soledad cuando Salgado tenía 60 años. El artista visitó las islas Galápagos, un auténtico santuario que le retuvo durante dos meses. Cuando se desplazó al sur, en Ushuaia, reparó en que necesitaba ayuda para sortear los posibles peligros de la expedición. Así, a partir de 2004, comenzó a organizar la logística de sus desplazamientos con la ayuda de su esposa, Lélia -también comisaria de la exposición y de todos los proyectos del fotógrafo-, así como de muchos organismos internacionales que le facilitaron el acceso a los lugares más inhóspitos. "Ya en el centro de África, en la zona de gorilas y volcanes, le acompañó un fotógrafo gallego gran conocedor de la región, Juan Pablo Moreiras, quien también fue su ayudante en la Patagonia chilena", explica González. Después, en París -donde reside el artista-, contactó con un guía francés de alta montaña que fue su cicerone. "Le enseñó a andar por zonas rocosas, a usar los arneses y a caminar por los glaciares", detalla.

Gracias a Génesis, Salgado ha podido constatar que el 45% del planeta preserva una superficie que está en su estado original y sin alteraciones humanas. El último paraíso y su belleza pura. "El fotógrafo advierte de ello a la humanidad a través de este proyecto, una carta de amor a la Tierra, una oda visual a su majestuosidad y fragilidad". Un mensaje artístico-ecologista.

Cinco ámbitos y dos plantas

La exposición está dividida en cinco ámbitos diferenciados (y dos plantas) que coinciden con cinco regiones del mapamundi: los confines del sur (de la Patagonia a la Antártida), la tierras del Norte (Alaska, Siberia...), los santuarios (Galápagos), África y la Amazonia y los pantanales. "No hay ni una sola instantánea de Europa porque en este continente no queda nada que no hayamos alterado ya nosotros mismos", considera el representante en España de Salgado. Ahora mismo el artista, "entre exposición y exposición, se ha comprometido con el Gobierno de Brasil a realizar una serie de reportajes sobre las tribus de la Amazonia".

El desembarco del brasileño en la isla supone también una agenda de actividades paralelas en CaixaFòrum. La conferencia inaugural la pronuncia hoy, a las 19 horas, Miguel González. Del 12 al 26 de este mes, tendrá lugar otro ciclo de charlas. Amén de las visitas comentadas y actividades familiares, se han programado proyecciones; entre ellas, la doble sesión (30 de abril y 16 de mayo) de La sal de la Tierra de Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado.