La cuestión del infanticidio, que es muy común entre numerosos animales incluyendo a los mamíferos, siempre me ha intrigado. Dejé atrás hace mucho tiempo los años de mi edad más tierna en los que podía convertirme en víctima, siquiera potencial, y ni siquiera podría ahora ejercer el papel contrario el de infanticida activo pero lo cierto es que a menudo me he topado ya sea durante mis clases o mis lecturas con ese asunto. En bastantes especies el infanticidio es la primera causa de muerte de las crías. Lo llevan a cabo en particular los machos, sobre todo cuando son pocos y disponen de muchas hembras, y la interpretación digamos canónica del fenómeno establecía un propósito claro relacionado con la selección sexual. Siempre que un macho dominante es derrocado, la estrategia ideal para su sucesor consiste en liquidar a quienes no son sus hijos. Pero incluso antes de que esa pérdida de poder se produzca, al macho puede interesarle que las hembras acorten sus plazos de infertilidad tras el parto. Matando a las crías se logra que las madres vuelvan antes al celo.

La teoría sociobiológica atribuyó otro papel muy distinto al infanticidio: el de limitar los excesos de población. Ese mecanismo sería más común entre insectos y peces que por lo que hace a los mamíferos y, la verdad, llama la atención que los sociobiólogos incluyesen dentro de la conducta llamada altruista semejantes prácticas. Aunque hemos de reconocer que si, de acuerdo con la Biblia, Isaac estuvo a un tris de ser sacrificado con argumentos aún menos comprensibles por Abraham, su padre, no se puede decir que los humanos estemos como para dar lecciones morales a nadie.

Dieter Lukas y Elise Huchard, ecólogos ambos el primero del departamento de Zoología de la universidad de Cambridge (Reino Unido) y la segunda del centro de Ecología Funcional y Evolutiva de la universidad de Montpellier (Francia) han publicado en la revista Science un estudio de 260 especies de mamíferos, en 119 de las cuales el infanticidio es norma. Su observaciones de campo se han extendido a lo largo de cinco décadas sacando algunas conclusiones interesantes. Los resultados obtenidos apoyan la hipótesis de la selección sexual; sin embargo los matices llevan a un retrato evolutivo que no se reduce a la identidad macho dominante = infanticida. La intensidad de la competencia entre los machos es tan alta como crucial para conducir a la matanza de crías pero no determina el tipo de organización social del grupo. De tal suerte, de acuerdo con el estudio de Lukas y Huchard, el infanticidio se vuelve una conducta dinámica que puede aparecer y desaparecer dependiendo de los resultados de las distintas acciones propias de la lucha de sexos. Y un factor clave parece ser a tal respecto la estrategia de promiscuidad de las hembras: apareándose con muchos machos, a éstos les es difícil determinar si las crías son suyas o no. Con lo que de los pequeños tienen muchas más probabilidades de supervivencia.