Festival Música Mallorca, Teatre Principal de Palma ***

Branderburger Symphoniker. Cors del Teatre Principal. Cassandra Wyss, piano. Solistas vocales. José Maria Moreno, director. Obras de Beethoven.

Elegante, encantador y dulce es el sonido de las armonías de nuestra vida. Algo así dice el texto que utilizó Beethoven para su Fantasía Coral para piano y Orquesta que pudimos escuchar el pasado sábado en el concierto que cerró el Festival Música Mallorca y que estuvo dedicada íntegramente a Beethoven.

Utilizando el mismo argumento del profesor doctor Utz Claassen, también presidente del Festival, poco público sintió interés por la convocatoria.

Si bien se llenó todo el aforo, había más personas paseando por las calles de Mallorca y en sus casas que en el concierto. Solamente un 0,1% de la población de la isla no quiso perderse el evento. Lástima ya que el nivel de calidad fue en algunos momentos alto y siempre correcto.

La Obertura que Beethoven reescribió para su ópera Fidelio (antes de darla por buena compuso otras tres) abrió la primera parte. Una interpretación muy buena. Matizada y elegante. Breve, pero exquisita. Fue el preludio de esa obra magna que es la Fantasía Opus 80. La orquesta aquí también correcta, el coro muy bien, musical y afinado, como las voces solistas (es un decir pues cantan como si fuera un coro de cámara), la pianista, en cambio, irregular. Interesante la pulsación en los pasajes líricos pero poco enérgica en los fortes. Delicada en los pianos y cantabiles pero poco convincente en los tuttis. Muy bien el bis. El piano de Cassandra Wyss es muy apropiado para las romanzas, para los susurros.

Y en la segunda parte la Novena. Muy ortodoxa y académica la versión que planteó el director. Apostar por lo seguro siempre es una garantía. Pocas concesiones. Lectura impecable pero demasiado reglada. Muy interesante el siempre conmovedor tercer tiempo, que José M. Moreno dirigió sin batuta, menos efectista el segundo en el que la difícil (por decir algo) sonoridad del escenario no permitió disfrutar de esos efectos que Beethoven imprime a los timbales. Éstos sonaban más a bombo, sin reverberación, secos. Una lástima.

El coro, otra vez, muy bien. Espléndido casi. Matizando, susurrando, sin gritar. No así los cuatro solistas vocales más preocupados por el volúmen que por la musicalidad. Los gritos son incompatibles con la musicalidad.