El arte es "inexplicable". Acaso sólo es posible aproximarse a él poniéndole palabras al perímetro creativo, definiendo el contexto circundante que lo ha motivado. Pero nada más. Por eso, y "porque estamos rodeados de manuales de instrucciones, de explicaciones y de pedagogía", Rafa Forteza elude referirse directamente a su obra, que ahora se muestra [la inauguración es hoy a las 20 horas], en la galería Louis 21. "Cuando hablas de tus estructuras compositivas estás banalizando tu trabajo porque cuando lo creas no tienes esas estructuras en el estado consciente. ¿Cómo vas a explicarlas, hablar de ellas, cuando ni siquiera eres dueño de las mismas?", cuestiona el artista.

A pesar de la inefabilidad del arte, hay que señalar que las nuevas piezas que Forteza presenta en la galería (cuatro pinturas y dos esculturas) suponen un seguimiento de algunos planteamientos que ha ido ejecutando en su obra en los últimos cinco años. Planteamientos que han ganado en contundencia. La secuencia rítmica marcada por figuras ovaladas que se van enlazando entre sí (bajo un paisaje de acumulación de elementos), ese lenguaje fortezariano de las pinturas, ha saltado con mayor fuerza a las esculturas (más ricas en materiales, opulentas en significados y significantes), por lo que se establece con ellas un diálogo cada vez más perfecto. Los colores flúor son un desafío en su universo pictórico de los últimos diez años. Un viaje alucinado -en ocasiones psicodélico, sin sombras, pues el flúor lo canaliza mejor- que sugiere en el espectador desde emociones muy personales a la incomprensión total de lo que ve. "Si algo ha cambiado hace unos 70 u 80 años es el concepto retiniano de las cosas. Ya no sólo juzgamos lo que vemos. En este debate entra de lleno también la cuestión de lo virtual", reflexiona el artista, interesado en ahondar en el deseo humano de observar para después comprender.

Precisamente el cubo blanco -del que algunos reniegan últimamente- y la disposición de su obra reciente en él para esta exposición fascina al artista. "Es como si la vieras toda en un flash, no hay un recorrido por el que se te guíe. Es algo que me ha interesado mucho. Esa sensación de Ikea, de conducirte espacialmente que está incluso presente en muchos museos, provoca que las cosas se conviertan en un producto", reflexiona. "Todo está hiperseñalado. El extremo más radical en este sentido es el GPS".

Otra práctica del siglo XXI esquivada asimismo por Forteza es la pedagogía. "Esa manía de hacerlo todo fácil... ¿Por qué? El arte es muy complejo porque el hombre también lo es", refiere. "Creo que si explicamos su contenido, lo banalizamos, y después lo convertimos sólo en una forma. El arte se ha subyugado demasiado a una forma muy determinada que la sociedad le está dando", agrega. "A veces, instruir en exceso no deja ver las cosas. Yo quiero vivir sin instrucciones", exclama. Por eso, propugna una educación "desde la ambigüedad". "El mundo es demasiado concreto, dogmático", sostiene.

No hay duda de que el hecho de que Forteza esté exponiendo en una galería de artistas emergentes como Louis 21 significa mucho y tiene un porqué (o varios). Entre ellos, éste: su cambio de tratamiento en lo visual le acerca más ahora mismo al arte joven que a los creadores de su generación. El arte de Forteza nace de una indomable voluntad de no transigir con los dogmas sociales y de cuestionarlo todo: también a sí mismo. Éste el perímetro de su obra.