El Teatre Principal acogió ayer por la noche la primera función de Turandot, última ópera de la XXVIII temporada lírica.

Dos abanicos gigantes ocupaban el escenario para ambientar la obra del compositor italiano Giacomo Puccini inspirada en el Oriente imperial.

En los instantes previos a que se apagaran las luces para dar comienzo al espectáculo, Josep Maria Moreno, director artístico del Principal, sembró la incertidumbre entre el público al anunciar por megafonía que Eugenia Bethencourt, solista principal en el papel de la princesa Turandot, había sufrido días atrás una laringitis. "Agradecemos al público su comprensión", rezó Moreno en varios idiomas.

Tras unos instantes en los que el murmullo fue la tónica dominante entre los asistentes, comenzó la función entre tímidos aplausos, que parecían presagiar que la de ayer noche no iba a ser una representación cualquiera.

Pasaban ocho minutos de las 20.30 horas cuando un mandarín, emisario del emperador chino, anunciaba la ley por la que la princesa solo se casaría con el príncipe que acertara tres enigmas que ella misma propusiera. En caso contrario, los osados a conquistar el trono acabarían decapitados.

Pasado el susto inicial, Eduardo Sandoval -encarnando el papel del príncipe Calaf- apareció en escena para adentrar a los presentes en la China imperial.

Pablo Serrate, director musical, incitó a los presentes a aplaudir a los músicos del foso para contagiar de energía la función.

Expectante, el público empezó a acomodarse en las butacas, otra vez llenas para una representación de ópera en el Teatre Principal.

No fue hasta que Maia Planas, interpretando a la esclava Liú, entró en escena con un solo, que se relajó el ambiente y se arrancaron los primeros sinceros aplausos.

El sonido del gong tras el envite de Calaf por desear el matrimonio de Turandot dio por concluido el planteamiento de la obra.

Acabado el primer acto, los presentes comentaban satisfechos el inicio de la ópera. "A mí me ha gustado", decía uno. "Por ahora ha estado bien", comentaba otro.

Tras el descanso, todos los espectadores estaban expectantes por ver si Bethencourt iba a poder dar la talla. Prácticamente desaparecida por exigencias del guión de Puccini, fue el turno de la solista principal. Los murmullos que generó antes de empezar a cantar desaparecieron de inmediato.

Sin forzar en exceso pero de forma correcta, la soprano hizo un esfuerzo por no fallar. Y lo consiguió. Retando al desconocido príncipe, fue planteando uno a uno los enigmas. Calaf, astuto, los superó todos.

Acabado el segundo acto, quedaba por ver como se desarrollaría el final de una historia que había arrancado dubitativa.

Sandoval, interpretando Nessum Dorma, consiguió que la primera ovación de la noche recompensara el esfuerzo de todos los integrantes de la obra, desde los coros hasta la Simfònica, pasando por la escenografía y el vestuario. Ping (Rodrigo Álvarez), Pang (Bartomeu Guiscafré) y Pong (Antoni Aragón), el emperador (Pedro Fuentes) o Timur (David Sánchez) también destacaron al nivel de la función.

Al final, los espectadores acabaron ovacionando al elenco de intérpretes que participan en Turandot y que han hecho posible que la temporada de ópera sea un éxito en el Teatre Principal.