Una estampa clásica de esta festividad blanca es la avalancha de juguetes que el mercado dispone para su consumo. Con ella, la fotografía de padres que sucumben al anhelo de sus hijos olvidando el criterio por el cual quieren hacer esos regalos. He aquí algunos consejos de expertos consultados por DIARIO de MALLORCA sobre cómo enfocar las compras para que resulten satisfactorias a sus deseos y necesidades educativas.

Las viejas reliquias jugueteras que abarrotan parte de lo que fue el palacio Vibot de Palma huelen a nostalgia de tiempos pasados. El Museo del Juguete de sa Pobla, que se trasladó hace pocos días a Ciutat de la mano de su coleccionista y propietario Ton Boig Clar, todavía reúne en sus cerca de 7.000 piezas el sabor de la infancia ingenua y la esperanza de sus antiguos propietarios. Esas cocinitas, patinetes, pepes de porcelana o bicicletas, entre otros, ofrecen una retrospectiva del mundo infantil de doscientos años de historia, al tiempo que recuerdan que "cada juguete cambia a medida que también lo hace la sociedad". Nos transformamos, y se transforma su estética y cometido. No está de más reflexionar sobre la función que cumplen los citados en la vida de un niño, y cómo deberían enfocar los padres los regalos adquiridos en fechas en que esas pequeñas piezas de museo son ahora protagonistas.

¿Qué se esconde detrás de un niño y su juguete? ¿Es necesario que los niños conozcan las "Navidades de crisis"? ¿Deben los padres satisfacer, en la medida en que pueden, todas las peticiones de sus hijos? ¿Hay alternativas a los regalos caros? ¿Qué consejos no deberían olvidar los padres antes de cumplir con la carta a los Reyes Magos?

Regalo sí, criterio también

"Desde el punto de vista del proceso educativo, la satisfacción de la demanda de un niño siempre debería coexistir con los límites", argumenta el psicólogo clínico César Kacelnik. "No solo en lo que se refiere a juguetes y regalos sino en todas las órdenes. Amor y límites son complementarios", añade. La psicóloga experta en adolescentes Francisca Muñoz habla de su propia experiencia: "He comprobado en consulta que, la mayoría de los jóvenes que tienen problemas son niños que lo han tenido todo. Y precisamente el "no poseer todo aquello que deseas" es, a juicio de Muñoz, un "preventivo" de frustaciones posteriores. Lo que se juega en esto es, a juicio de los consultados, la capacidad de tolerar la frustración y las limitaciones que suponen las normas. "Un exceso de oferta conlleva el riesgo de ahogar la motivación", previenen.

Entendido. No satisfacer todo aquello que el retoño reclama es una de las primeras conclusiones. Sin embargo, a menudo esa tarea se complica cuando el progenitor siente un pesar profundo por no cumplir con la ilusión de sus hijos. "Como madre, entiendo la angustia de aquellos padres que por no ver sufrir a sus hijos se olvidan de que no es positivo para ellos", reconoce Muñoz. "La presión social es demoledora y a menudo sucumben. Y aunque es lógico, siempre deben de pensar bajo qué criterio han decidido regalar esto y no aquello", aconseja. En especial, cuando se trate de objetos tecnológicos o virtuales, y esperar a que se cree una "necesidad" que justifique su adquisición.

Los juguetes de ayer y de hoy

Kacelnik afirma que la relación del niño con su juguete y con el juego, representa la posibilidad de expresar sus fantasías, su iniciativa y creatividad e incluso elaborar sus conflictos en lo que podríamos llamar un "borrador". Es su manera de "expresarse, así como los adultos lo hacen con el lenguaje". La diferencia principal entre los que podemos encontrar ahora en el centro expositivo de Palma y los que hay en las grandes superficies es su funcionalidad. "Antes los juguetes eran más de incitar a la acción directa o a la manipulación. Saltar a la comba, jugar a la pelota, montar en bicicleta o cochecito... todo eso aún existe, pero es a menudo sustituido por otros entretenimientos que invitan a estar sentados y a observar", apunta Muñoz. Es decir, prolifera un tipo de juego "más visual" y que de momento se desconocen las consecuencias que de ello puedan extraerse. "No es que sea malo, todo depende del uso o abuso que se haga, y de ahí la necesidad de que los padres supervisen cómo utilizan sus hijos sus regalos", aconseja.

"Un niño puede expresar su agresividad de la misma manera con una rama de árbol que con una sofisticada espada con luz láser. La proliferación de elementos electrónicos, sonidos, botones y luces de ciertos juguetes caros y sofisticados están diseñados como anzuelo para los padres y, en realidad, pueden limitar la creatividad que permitiría un objeto menos definido", sostiene Kacelnik.

Un desahogo para los bolsillos, por lo que parece. Sin embargo, continúa habiendo un anhelo irrefrenable que empuja a menudo a familias enteras a derrochar presupuesto que no tienen con tal de ver cumplidas los pretensiones de sus hijos, nietos o sobrinos, etc. Muñoz cuenta que, tras un sondeo a varias escuelas de Ciutat, la conclusión con respecto a la media que se gastan las familias en compras de regalos es abrumadora. "Un niño puede llegar a recibir, en un solo día, unos 800-900 euros del valor de las cosas que está tocando", afirma. Y si es adolescente, todavía más, puesto que "lo tecnológico es aún más caro", recuerda. Por ello, otro de los consejos que arrojan es la oportunidad de recuperar el valor sentimental de lo elaborado artesanalmente o surgido de una idea creativa que necesita de pocos recursos económicos. "Hay que eliminar ya esa idea de cuanto más me gasto más te demuestro cuánto te quiero". Como anécdota, Kacelnik revela que, un niño de 8 años al que en unas vacaciones en la casa de la playa sus padres le compraron un barco velero, rechazó el obsequio porque "prefería jugar con la pala y la arena que no la tendría todo el año". "Es que el gran atractivo de la arena es justamente lo indefinido como objeto y por ello lo mucho que puede representar".