La de Guillem Nadal en el Museo de la Ciudad de Valencia no era una exposición de arte efímero, a pesar de que el montaje primigenio durara 24 horas. No era una de esas muestras que consisten en colocar, por ejemplo, un bloque de hielo teñido de color fucsia que se va derritiendo durante 24 horas para dejar después una gran mancha en el suelo de la sala. No. A pesar de ser Valencia y ostentar esta ciudad a nivel institucional un gusto rimbombante por los artistas falleros, la del mallorquín era una estupenda selección de obras en torno a varias temáticas que se repiten en su trayectoria -agua, tierra y fuego-, con el aliciente de poder contemplar piezas inéditas. Sin embargo, lo que debía ser un éxito ha resultado un atropello vergonzoso. ¿Qué sucedió en el museo hace dos semanas? Que, finalmente, el montaje primigenio de la inauguración, supervisado por el artista, fue flor de un día, duró 24 horas. Sin hablar con Nadal, parte de las pinturas y esculturas fueron retiradas del museo valenciano para acoger una pasarela de moda a beneficio de una ONG. Las piezas restantes sirvieron de fondo decorativo para el acto. Para entender la gravedad del asunto, pongamos un símil: esto es como si un editor decidiera, sin el visto bueno del escritor, cambiar párrafos de sitio y arrancar páginas de un libro que ya se ha publicado. Un presunto delito contra la propiedad intelectual y los derechos de autor. Pues bien, obró en el centro artístico de Valencia la mala praxis museística que se instaló en los peores tiempos de Es Baluard, cuando no había ningún tipo de control sobre las piezas de la propia colección y sobre las nuevas que iban entrando en el museo. Una época en que dar información y explicaciones sobre las decisiones era cosa de marcianos.

En cuanto a lo de las explicaciones, hay que decir que, darlas, a veces recrudece el asunto, como ha sucedido en Valencia, un lugar en el que están acostumbrados a los efectos paranormales en política. El responsable de programación de la sala, Vicente Colom, se atrevió a afirmar fríamente a El País que la exposición de Nadal se había planificado "por hacerle un favor a un escultor y al galerista" del mallorquín. Una declaración muy bestia en la que se pone de manifiesto que el factor principal a la hora de programar en ese museo es el amiguismo, y no la calidad y otra serie de principios técnicos y artísticos que deberían estar marcados en el plan museológico. Sabemos que en algunas salas públicas todavía se actúa en plan red de favores, pero creo que jamás se había verbalizado con tanta desvergüenza. Por otra parte, también hay que decir que: primero, la obra de Nadal merece, de sobras, exponerse en ése y muchos otros museos del mundo; y segundo, el escultor y el galerista (probablemente estudiando medidas legales contra el Ayuntamiento de la ciudad) no tienen la culpa ni nada que ver con este tremendo desaguisado armado por los gestores públicos. 24 horas no debería haber sido el tiempo que durara el montaje primigenio de la muestra del mallorquín, sino el tiempo en el que deberían haberse producido las dimisiones y las destituciones en la cúpula del museo tras tal trágico suceso.

Me cuentan que ya hay fecha para ratificar las bases para el concurso de dirección de Es Baluard. En la próxima comisión ejecutiva, que se celebrará el día 9, podría aprobarse un texto que ya ha sido modificado en algunos de sus puntos. Es posible que ese día la prensa pueda tener conocimiento de las mismas, y comprobar si la buena praxis obra en museo.