­La historia de estos días se repite: el tema del catalán está caldeando todo acto popular e institucional pisado por el presidente José Ramón Bauzá y el alcalde Mateo Isern. Era de esperar: el cirio también se armó en la gala de los Ciutat de Palma. La tensión en el Principal cortaba el aire a rodajas, salpicadas de corbatas de despacho y bilingüismo. Cero escritores, o bueno, 0,2. Entre ellos, Miquel Àngel Lladó, acaso el único rostro conocido de las letras mallorquinas. Primer diagnóstico: el mundillo literario le dio la espalda al dúo Isern-Bauzá.

La huella fresca marcada en Sa Pobla provocó esta vez que los próceres vinieran al teatro bien escoltados y acompañados de policía local. Parecía que iba a venir la Familia Real, cuando en realidad sólo (sin menoscabo) se trataba de un acto cultural. Pero la política entró en acción. Y también los servicios de seguridad. Tras el bofetón de Josep Maria Quintana a unos galardones que han recuperado las modalidades en castellano, el primer munícipe Mateo Isern enfiló su parlamento. Mientras hablaba de una Palma abierta, "dialogante con las diversas culturas" (claramente se refería a la castellana y a la catalana), un estruendo, como de carne humana golpeando el suelo, agitó a los invitados. Confusión. ¿Qué lleva bajo el brazo y en el interior de una chaqueta ese joven al que han dado caza los escoltas de Isern? Una inocente pancarta que dice: "En català. #espalma". Pero esto lo sabemos después. Ante la confusión, los escoltas actuaron raudo y entregaron a la policía al joven (llamado Amadeu Corbera, ganador en la pasada edición de los Premis de una beca de investigación y "musicólogo y activista por convicción", tal y como apunta en su blog). No pasa nada más: documentación y a casa. Ellos (los activistas, en la acepción literal del diccionario: persona que practica la acción directa en pro de una idea) también hablan con la prensa: "Sólo queríamos mostrar con una pancarta nuestra disconformidad con la política lingüística del PP. En realidad, al final, han hecho más ruido y aspavientos los escoltas con sus placajes de rugby", declaró Corbera, acompañado por otros tres jóvenes. Los que se quedaron dentro cuentan que tras el incidente al alcalde le salió un hilillo de voz nerviosa, pero que continuó con el discurso sin mencionar lo sucedido. Normalidad en la fachada. Por dentro, más tensión que en un partido Barça-Madrid, caldeado por las intervenciones del público. Muy estresante todo.

Hubo momentazos de los ganadores. El primero en representar uno fue el menorquín Josep Maria Quintana, quien protestó en clave moderada. "Me preocupa la dinámica que han tomado nuestras instituciones con el catalán. No deberían olvidar la naturaleza jurídica de esta lengua", comentó. Por eso mismo pasó a la acción: si bien es cierto que no rehusó el premio ("al fin y al cabo es un galardón de prestigio"), sí hay que decir que renunció a la dotación (20.000 euros) para donarla a la Obra Cultural y Acció Cultural de Menorca, dos instituciones que trabajan en pro de la lengua catalana. Por su parte, Jordi Julià i Garriga, ganador de 10.000 euros por el premio de poesía en catalán, se acordó del recientemente fallecido Bartomeu Fiol, así como del resto de compañeros "que están en el acto paralelo en Can Alcover". Asimismo apeló a la responsabilidad "que tenemos todos" de crear una lengua y una cultura catalanas de prestigio. Dosis tibia de aplausos. La división de opiniones ayer en el Principal (casi todo el mundo estuvo correcto y educado, estupendo) recordaba un poco a aquello de las dos Españas.

Recogieron premio también Juan Montes de Oca por el corto Ella 1965 (una versión reducida de la cinta que opta a un Goya); Tomeu Ramis, Aixa del Rey, Bàrbara Vich y Bàrbara Estudillo del despacho Flexo Arquitectura por el centro de día y actividades comunitarias de la calle Pensament; Noni Benegas (lo recogió en su lugar Isabel Bonet) por la mejor obra de poesía en castellano; Luis Manuel García, reconocido por el Ciutat de Palma de novela también en castellano, y por último Pablo España del colectivo Democracia, reconocido con el de artes visuales.

Un par de apuntes más: en muchos casos no hubo ni un miembro del jurado para entregar el premio. Algo poco común. Ayer todo el mundo se olía el embrollo que podía articularse en la gala (cómo olvidar los últimos Premis Escènica), y muchos escritores prefirieron los batallas de los libros o la euforia de Can Alcover. Para cerrar, la nota estética: hubo muchas corbatas, las de la plana mayor del PP, apoyando a Isern y al president Bauzá. María Salom, José María Rodríguez, Rafel Bosch, Álvaro Gijón, Fernando Gilet, Catalina Cirer o Joan Rotger ocuparon una platea huérfana de escritores locales. En ella, relucían las cabezas de César Antonio Molina y Olvido García Valdés. ¿Qué debieron pensar del espectáculo? La banda sonora la puso la Simfònica.