Uno de los artículos que esta semana ha hecho furor en las redes sociales lo firma David Jiménez, se titula Putas y periodistas y versa sobre las condiciones del trabajo informativo en los tiempos que corren a partir de una anécdota divertidísima protagonizada por Camilo José Cela. O sea, Cela campando por Twitter hace dos días. He ahí un ejemplo mínimo de la vigencia del Nobel que Mallorca no necesita porque va sobrada de letras, de excelencia y de ilustres vecinos. He ahí el enésimo ejemplo del desprecio que los políticos de todo signo sienten en esta isla por la cultura a lo grande, la que no crece esmirriada regada por subvenciones.

Ni la izquierda ni la derecha han demostrado el sentido común de esforzarse por anclar a esta tierra la figura del escritor enorme que la eligió para vivir mientras creaba su obra mejor. La familia ha puesto a disposición de las autoridades el legado de Cela y de su esposa Charo Conde, y no ha recibido respuesta. En lugar de sacar pecho y recordar que sí, en efecto, un Nobel imaginó páginas para la posteridad aquí mismo dejan perder su patrimonio. Otros lo recogerán. Otros con miras más amplias.