Mallorca es el territorio con más Premios Nacionales de Cómic por metro cuadrado. Puro empirismo. Con prontitud, la isla se pertrechó de los mejores profesionales en esta disciplina, pero los mallorquines siempre fuimos indiferentes a los artistas que dibujaban y, en su lugar, nos dio por mimar a los delineantes del ladrillo sin contemplaciones. Ojo, éstos también con un lápiz detrás de la oreja. Así de proclives somos al gesto y a las apariencias. Pues bien, como decía, de esta suerte nos convertimos también en la comunidad con más poceros por metro cuadrado. Nos crecía el orgullo: el mallorquín llevaba dentro un apirante-a-promotor inmobiliario. Y el que no, era tonto.

Desde entonces, el cómic no ha sufrido descalabro alguno y ha ganado adeptos. Es decir, se ha robustecido. Todo lo contrario a la construcción, que como ahora sabemos jamás significó fortuna o riqueza, sino antesala de la destrucción, así, en lenguaje de superhéroe.

Pese a que el Premio Nacional de Cómic sea de creación reciente (en 2007 vio la luz), el palmarés es el que es, y está a nuestro favor. De momento, han sido reconocidos un catalán, un valenciano y dos estupendos dibujantes de esta tierra, Max y Bartomeu Seguí. Caramba, quién lo diría. ¿Cuántas exposiciones se les dedican anualmente? ¿Tienen la presencia social que se merecen? ¿Alguien diría que se ha hecho algún tipo de esfuerzo serio por parte de las instituciones para que nos representen fuera y dentro de la isla?

Puestos en antecedentes, vayamos al hecho puntual: acaban de fusilar la 22ª Fireta de Tebeos i Llibres Vells, que iba a celebrarse el próximo 23 de octubre en Manacor. Al mismo municipio que casi se queda sin Fira de Teatre por la falta de apoyo económico del Consell y del Govern, no le ha temblado la mano para negar una ayuda de poco más de mil euros a la organizadora de la muesta, la Associació d´Amics i Víctimes del Còmic, que ha tenido que cancelar la feria con el programa de actividades (espléndido, como cada año) ya cerrado. La cifra retirada de la que hablamos no es baladí. Son mil euros que se multiplicarían si se aplicara un tajo a las dietas que reciben los políticos del municipio, los mismos que lloraban hace dos días porque iban a quedarse sin muestra teatral. Mil euros que reactivarían a pequeña escala la economía local porque de los 3.000 invertidos (los otros 2.000 provendrían del Consell) en la fireta, la organización ha contabilizado que en cada edición se alcanza un volumen de negocio de 15.000 euros y una afluencia de más de 2.000 personas que, como mínimo, se toman un café en el pueblo. En el caso de esos mil euros negados, los políticos han hablado intencionadamente de ahorro de un gasto (innecesario), cuando lo que tienen delante es una inversión, porque mil euros se multiplican por quince. Operación matemática que hasta un niño de nueve años entendería. ¿Por qué los gestores públicos han confundido las palabras? Creo que la política, con su lápiz detrás de la oreja, ha construido un diccionario tonto que no comparte la ciudadanía. Para los contribuyentes, gastos son los privilegios de los gobernantes o actos institucionales como la Diada de Mallorca, que sólo es un gesto, humo, apariencia.