Miren ese trazo. El pulso que lo mantiene en la fotografía es del padre de Agamenón, un pulso que se paró el pasado miércoles. Sí. La mano que dibuja en la imagen era en efecto la del viñetista gallego Alejandro Santamaría Estivill, alias Nené, cataliner de adopción, que murió en Palma el pasado día 30 a los 84 años de edad. Su última despedida se celebrará hoy a las 20 horas en la iglesia de San Sebastián.

El pontevedrés, que llevaba residiendo en Ciutat de manera estable desde 1987, empezó como dibujante profesional en los cincuenta, en revistas gallegas como Camino o Potosí, así como en La Risa de Editorial Marco, donde creó sus primeras series: El malvado Doctor Cianuro y su ayudante Panduro y Cañete Camarón, deportista de afición. En 1956 fue contratado por Editorial Valenciana, y en su semanario Jaimito publicó La Bola, así como nuevas entregas de las aventuras de Cañete Camarón.

El gran salto llegó dos años después, cuando entró en la exigente y a veces despiadada Bruguera. Sus primeros encargos fueron chistes sueltos, pero luego se adentró en la historieta con La terrible Fifí (en el semanario Pulgarcito) y Silvano Mengano (en Can Can). Las viñetas de la niña –peligrosísima, lo suyo era incordiar entre los adultos– se publicó en varios de los tebeos de la editorial.

Su serie más famosa llegó en 1961. Nacía el humorístico Agamenón, personaje que encarnaba al paleto de pueblo, estilo el Tío La Vara de José Mota. Toda una generación aún evoca una frase de su abuela, que presumía de nieto: "igualico, igualico que el defunto de su agüelico". El mocetón de las viñetas, en un trazo grueso que no casaba con el clasicismo de la editorial, tenía apariencia y actitudes de buena gente, y era un apasionado del buen beber y comer. Las historietas solían solucionarse con persecución del personaje de marras con garrote por medio.

Estivill declaró en una ocasión a este periódico que "Agamenón es popular porque es real, no existe trampa en él. ¿Qué niño pueder ser hoy en día Son Goku?", lamentaba. Con estas palabras el dibujante y guionista exigía un poco más de humanidad al tebeo (sobre todo el manga) que se desarrolla en la actualidad. Durante aquella entrevista, publicada en 1998, explicaba que el cómic es una pasión que nació con él. "Ya de chiquitín, tendría unos diez años, plasmé mis ilusiones en una revista de Pontevedra que se enviaba al frente", apuntó.

Estivill, que combinó lo de la historieta con otros trabajos –llegó a ser ex director regional de Telefónica–, continuó dibujando hasta los años setenta. En 1987 fue recuperado por Ediciones B, y publicó hasta 1991. Año que no supuso el fin de su trazo; él seguía con sus personajes, pero no los editaba. El Projecte Llevant le recuperó en 2006 para la muestra Historietes. Y dos años después Ediciones B le reeditó. "Mientras tenga sentimientos, dibujaré", declaró alto y claro a este diario. La muerte ya no se lo permitirá. Pero su trazo es inmortal.