Era la una de la madrugada del 17 de marzo de1990. A esa hora dos hombres vestidos de policía llegan al museo Isabella Stewart Gardner de Boston. Saludan, aceden sin problemas al edificio y atan a los vigilantes. Pasean y se deleitan eligiendo las obras durante 81 minutos. Lienzos de Rembrandt, Vermeer, Degas y Manet. Dicen, que incluso tuvieron tiempo de desprestigiar al gran Botticelli. Se llevaron la cinta de grabación y desaparecieron por siempre jamás, y con ellos las obras. El de Boston ha sido el robo de mayor envergadura de la historia, un botín que quita el sueño, valorado en 400 millones de euros, del que nunca más se supo.

En Mallorca, nadie se explica aún cómo desapareció el famoso plat de sa llebre. La cerámica islámica del siglo XII se esfumó sin más de la vitrina del Museo de Mallorca en agosto de 1991. Lo hicieron de día mientras los visitantes recorrían los pasillos del centro. Y el caso sigue siendo un misterio.

El robo de bienes culturales causa unas pérdidas anuales de 1.400 millones de euros, según datos de la empresa Art Loss Register. El más grave perpetrado en Palma fue el acontecido en Monti-sion en agosto de 2009, un año negro para el patrimonio eclesiástico ya que sufrió una oleada de saqueos en las parroquias. Los ladrones se llevaron cuatro predelas del siglo XVII valoradas en 600.000 euros.

Museos, iglesias y propiedades privadas albergan auténticas fortunas, en ocasiones presas fáciles del pillaje. Se calcula que en España cada año se roban más de 10.000 obras de arte, que terminan en el mercado negro.

Fernando Corchero dirige desde 2006 la unidad de Robos de la Policía Nacional. A sus manos llegan todos los casos relacionados con el patrimonio histórico artístico de Ciutat. El año pasado los agentes recibieron una decena de denuncias, la mayoría robos de poca monta, el 90% en iglesias, lugares vulnerables por su escasa seguridad, sobre todo en la Part Forana.

Balears no es víctima de grandes golpes pero sí han pasado por ellas obras maestras. La Policía funciona como una red gigantesca. Cuando se detecta un robo se informa a la comisaría general –detalla Corchero– que cuenta con un departamento de Patrimonio Histórico Artístico. La sede central abre inmediatamente la investigación y deriva el caso a la autonomía correspondiente. La información va y viene entre las comisarías del país y las bases de datos extranjeras como las de la CIA y la Interpol, con la que la Policía trabaja de forma conjunta para estrechar el cerco.

En 1999 la Brigada de Patrimonio Histórico creaba Dulcinea, el primer fichero de obras de arte robadas en España. Este archivo ha sido fundamental para la detección de piezas. En la actualidad alberga 8.000 objetos, que la Policía sigue buscando. Desde cualquier coche patrulla y con una simple descripción de la obra, los agentes pueden comprobar en pocos minutos si se trata de una obra robada. La mayoría termina fuera del país y las piezas de escaso valor en mercadillos de la isla o del sur de Francia, una zona de gran actividad en la compra-venta de antigüedades, indica Corchero. Cualquier detalle es clave para la indagación. "Lo importante es recuperarlas". Pero ¿cómo se les sigue el rastro? La investigación es como un puzzle, cuantas más piezas más fácil será resolverlo. "Cualquier pista en fundamental", explica. La policía toma huellas del escenario e interroga a los testigos para recabar toda la información posible. Los datos se cotejan en los archivos para hallar posibles coincidencias de los sospechosos pero no siempre hay suerte. En ocasiones son bandas organizadas como la de Monti-sion, especializada en este tipo de hurtos. Además de este asalto, el grupo había perpetuado otros tantos robos en las iglesias de la isla: Muro, Santa Margalida, Petra y en la parroquia de Sant Salvador de Génova, de donde sustrajeron 30 candelabros.

"Todo depende de las pistas", afirma. Los agentes realizan batidas en los lugares donde se suele dar salida a las piezas y si se detectan sospechosos se inicia un seguimiento; se pinchan los teléfonos y se observan de cerca sus movimientos a fin de recabar pruebas que revelen su paradero, comenta. La Policía también rastrea los foros de subastas por internet y otras páginas para detectar posibles ventas ilegales, a veces relacionadas con el blanqueo de dinero. Según explica Corchero, en estos momentos los investigadores intentan esclarecer la venta fraudulenta de una obra de Picasso a un ciudadano de Palma que pagó una cuantiosa suma de dinero en un hotel de Madrid por un lienzo que resultó ser falso.

La Policía también pone en sobreaviso a los galeristas, añade, y se informa a los puertos y aeropuertos para limitar los accesos. Los agentes recuperaron el 80% de los objetos robados en 2009. Pero sólo de aquellos casos en los que se dio parte a la Policía. Si no hay denuncia no hay robo, detalla.

El Consell actúa de oficio cuando detecta irregularidades y se persona como acusación, explica el conseller insular de Patrimonio, Biel Cerdà, que recuerda el famoso expolio de Rupert Spillman en Santueri en 2002. Pero en su opinión, "es imposible vigilar todo el patrimonio", sobre todo el arqueológico.

Lamentablemente son muy pocos los casos que llegan a la comisaría, siendo éste el mayor escollo con el que chocan los agentes como también la ausencia de un inventario detallado de las piezas. La falta de fotografías dificulta su identificación y la búsqueda de indicios. Rastrear una obra de la que no se tienen imágenes es como buscar una aguja en un pajar. De hecho, la Policía no ha podido hallar imágenes de los últimos objetos robados en las iglesias de Palma. Todos ellos se sustrajeron a plena luz del día a cara descubierta y sin empleo de la fuerza. Este es el principal modus operandi. Vigilan las parroquias y las casas rigurosamente para asestar el golpe en el momento preciso y en otras ocasiones los cacos aprovechan el traslado de las obras para robarlas. Normalmente sus cómplices suelen ser personas del entorno, tal y como ocurrió en el famoso caso del robo de las obras de Esther Koplowitz (entre ellas El Columpio de Goya), cuyo vigilante de seguridad había llegado a un acuerdo con la banda para entregar los cuadros a un millonario en Eivissa.

La mayoría de grandes robos suelen esclarecerse aunque son muchas las piezas que hoy siguen en paradero desconocido.