John Lennon se prodigó poco por España. Por trabajo le acogieron en Barcelona y Almería. Pero fue el afán de trascendencia –o eso parecía a primera vista– lo que le condujo a la isla. Dos días de estancia mallorquina bastaron para que se produjera el torbellino: le sobrevino un juicio, acusado del secuestro de la hija de Yoko Ono, Kyooko.

Treinta años después de que Mark David Chapman le disparara frente al neoyorquino edificio Dakota, el periodista isleño Miguel Soler evoca aquel accidentado abril de 1971. "Lennon y Yoko venían de París. Fui a buscarles al aeropuerto de Palma con el director artístico de EMI-Odeón, Rafael Gil. Venían a la isla para acudir a unos cursos de meditación trascendental que impartía Maharischi Manesh Yogi", aclara Soler, uno de los pocos que vivió de cerca el escándalo protagonizado por la pareja en la isla. "Les llevé en el asiento de atrás de mi Renault Gordini hasta el Melià Mallorca, y en el trayecto Lennon nos pidió un magnetófono. Yo le dejé el mío con la esperanza de que, una vez recuperado, hubiera dejado algo grabado en él. Las camareras del hotel me contaron después que le oían cantar en la habitación algo parecido a Imagine. Puede que estuviera dándole los últimos retoques a la canción", detalla.

Pero esta vez la pareja no había aterrizado a la isla –como sí hiciera en 1969, en 1970 y en enero de 1971– buscando la trascendentalidad del gurú hindú. Algo raro se escondía tras la petición de Lennon de llamar a un detective privado. "No le di importancia a eso. Llamé a un despacho que estaba en la plaza de España. Se ve que les habían pedido que localizaran a la niña [Kyooko]. Y lo consiguieron". La pareja había venido a Mallorca a buscar a la pequeña de siete años de edad, que vivía en Calas de Mallorca con su padre, el productor cinematográfico Anthony Cox, primer marido de Ono. La encontraron en una guardería de Manacor y se la llevaron en un turismo con el fin de que pasara un día con la madre. Pero Cox les denunció. Los acusados entraron en el Palacio de Justicia de la plaza Weyler alrededor de las ocho de la tarde para declarar.

La maquinaria mediática echaba humo: cientos de periodistas aguardaban a la pareja frente al hotel. El vicecónsul británico, Graham Argyle, les ofreció su casa –en la calle Saragossa de Son Rapinya– para pasar la noche. Y aquí es donde entra el testimonio de Juanma Riera, porque la pareja durmió en su cama. "Tenía una habitación para ir con mis amigos entre semana en ese chalé, que también era de mi tío, Toni Peregrín. Aquel día no había ido a dormir porque me había ido de excursión con el colegio. Y entonces se quedaron en mi cuarto. Hasta tocaron mi guitarra. John me firmó con un cuchillo una cuchara de madera que desapareció", explica.

Horas después, los Lennon abandonaron Mallorca en libertad condicional con destino a París. Finalmente, la denuncia a los Lennon, que pasó a Manacor, fue retirada. Probablemente porque la pareja y Cox habían llegado a un acuerdo. Tomeu Penya, que en 1971 tocaba con los Harlem, todavía lamenta que no se le pusiera la moto en marcha para poder plantarse frente a los juzgados. "Para nosotros era Dios. Fue un hombre muy original. Me refiero a sus inquietudes. Tenía un modo de ver la vida al que todavía no hemos llegado. Con Paul McCartney formaban el dúo perfecto", opina.

Pero la cosa no acaba ahí. El apellido Lennon se trasplantó a Mallorca años después, pero con el nombre de pila Julian, hijo del ex Beattle y de su primera mujer Cynthia. El primogénito del músico posee una casa en la isla para estar cerca de su madre. Pero el idilio mallorquín de Lennon jr. se remonta a su noviazgo con Lucy, criada y educada por estos pagos. Así las cosas, podría decirse que los Lennon vinieron a Mallorca por el amor de una mujer. Julian por Lucy; y John por Yoko, para que ésta pudiera ver a su hija, la pequeña Kyooko.