"Se interesaba con los ojos y con el alma por las cosas. Preguntaba y se anotaba aquellos nombres –sobre todo en catalán– que salpicaban mi relato sobre la historia de la isla", recuerda el profesor de la Universitat de les Illes Balears Perfecto Cuadrado. Un Saramago "curioso como un niño" se quedó en la retina del docente de literatura portuguesa cuando ambos visitaron Valldemossa aquel abril de 1994. Tomó nota de la estancia de Nuño Sanç, de los cartujos y del paso de Chopin y George Sand, "le conté las historias de la escritora francesa y los espantos que las señoras mallorquinas del pueblo se llevaban con ella". Asentía asombrado. Las impresiones de esta visita las dejó escritas el Nobel en sus Cuadernos de Lanzarote.

El escritor pasó dos noches en Palma aquel 1994. Una visita breve, pero con mucho jugo. "Se reía mucho: nos dijo que nos estábamos aprovechando bien de su paso por Mallorca", relata Cuadrado. El escritor había llegado a la isla el día 19 para pronunciar por la mañana una conferencia en el campus universitario y otra por la tarde en el Centre de Cultura Sa Nostra, esta última abierta a toda la ciudadanía. Aquella tarde de abril, el futurible Nobel (cuatro años después recibiría el premio) reivindicó la disidencia, "la importancia de respetar lo distinto". Llegó con la vitola de "ciudadano comunista", que no escritor marxista, y compartió con el público la tesis de su título más conocido, Ensayo sobre la ceguera, libro que se publicó al año siguiente. Entre las dos conferencias, aún hubo tiempo para más palabras, las registradas en la entrevista que el propio Perfecto le hizo al escritor para la colección de vídeos Diàlegs de la caja de ahorros de Balears.

Diez años más tarde, aquella mirada de niño curioso volvió a posarse sobre las islas. Esta vez le tocó a Menorca. La Universidad de verano le invitó en 2004 para hablar de su obra literaria. El cicerone de sus paseos menorquines fue el poeta Ponç Pons. "Vimos todos los vestigios prehistóricos de la isla, las navetas y poblados. Incluso estuvimos en una base militar abandonada", relata Cuadrado, quien también les acompañaba. En aquel momento no era consciente de que ésa iba a ser la última vez que el Nobel pisara suelo balear.

Un tercer encuentro podría haber sido posible justo el año pasado, cuando Saramago encabezaba el programa de las Converses en Formentor. La enfermedad se interpuso en su camino, unas pruebas médicas coincidieron con las fechas del encuentro. Pero no impidieron que entrara en directo por teléfono. Basilio Baltasar, director de la Fundación Santillana, acercó su móvil a un micrófono. Y ´apareció´ Saramago: "Quiero expresar mi pesar por mi forzada ausencia, pero al mismo tiempo dar testimonio de la importancia de la continuidad de Formentor tanto por las obligaciones contraídas por el pasado como por las esperanzas que su vuelta ha de traer a la definición de nuevas estrategias en el pleno de la acción cultural. El espíritu libre de Formentor de los años sesenta debe ser revivificado y éste es el momento exacto para hacerlo". Comprometido, "más socarrón de lo que parece, pese a que algunos le tilden de adoctrinador", era Saramago para Cuadrado. El texto que el escritor leyó para la ´península de las letras´ está integrado en lo último que publicó en portugués, el segundo volumen de su Cuaderno. Una página y media fechada el 27 de septiembre de 2009 donde pide incluir la disidencia y la herejía en la Declaración de los Derechos Humanos.