Nadie es hombre o mujer al cien por cien, la célebre tesis del doctor Marañón. Ante esa evidencia hormonal, no se puede reclamar la equidistancia entre polos móviles que se atribuye la neutralidad de género. Puede hablarse en cambio del tercer sexo, como preludio del cuarto y sucesivos. Sobre todo, cabe imaginar que los conflictos en ciernes no se librarán contra la opresión de las opciones hegemónicas, sino entre las entidades emergentes.

El género sexual neutro es el primer desafío lógico a la apertura genérica, y suscita una disputa con los transexuales, que reclaman precisamente la huida de esa neutralidad para acogerse a las tendencias mayoritarias. Se reedita la disyuntiva de los colectivos tradicionalmente marginados, que se debaten entre la integración igualitaria o la reivindicación de la singularidad.

Cada opción reivindica un lenguaje, con un conflicto entre el género diferenciador –favorecido en España– y el unificador, que predomina en el mundo anglosajón. El, la y lo, fusionados en una partícula ecuménica. ¿Li?