El Centro Pompidou de París propone una visión íntima y peculiar del artista británico Lucian Freud en una retrospectiva que se introduce en su taller para mostrar su entorno de trabajo, su manera de verlo y su empleo como escenario del arte.

La exposición presentada hoy en la capital francesa es la primera muestra desde hace 23 años en la ciudad con aspiración de recorrido por la obra del pintor británico de origen alemán, padre de la "nueva figuración" y clave en el arte del Reino Unido del siglo XX que, con 88 años, aún está activo.

La cincuentena de obras de gran formato que llegan al Pompidou son "una relectura de una obra mayor que, desde los años de 1990, ha abierto numerosas vías en el arte", según Cécile Debray, comisaria de la exposición.

Razones ajenas al arte en sí, como los precios récord alcanzados por algunas de sus obras en subastas, la fascinación por modelos como Leigh Bowery o un retrato de la reina Isabel II, han hecho de Freud un artista "popular" que, sin embargo, "ha permanecido profundamente fiel a la estética de su pintura primera", añade Debray en los comentarios de la exposición.

En 2008 Freud estableció efectivamente un récord de ventas para un artista vivo con los 33,6 millones de dólares (24,7 millones de euros) por los que se subastó "Benefits Supervisor Sleeping" (1995), para el que posó Sue Tilley, una supervisora de subsidios sociales de Londres y que está en esta muestra del Pompidou.

La elección de modelos como Tilley y Bowery -grandes y extraordinarios cuerpos para los que Freud eligió el gran formato- significó en la trayectoria del artista un alejamiento de la empatía inicial que mostraba por sus modelos, según la comisaria de la muestra.

Y también fue una vía diferente a la elegida anteriormente para su propia representación, esos autorretratos también presentes en el Pompidou donde Freud -nieto del padre del psicoanálisis, Sigmund Freud- se refleja en el espejo, se divisa escondido entre plantas o adorado por una joven modelo que se abraza a las piernas del artista.

La teatralidad manda en la obra de Lucian Freud desde la década de los noventa del pasado siglo, como se encarga de mostrar la exhibición del Pompidou, que se articula en torno a los talleres que el artista ha tenido a lo largo de su carrera.

Se trata de los estudios del pintor en Paddington, donde se estableció en 1943, en medio de un barrio popular destruido por los bombardeos de la II Guerra Mundial, hasta el de Holland Park, su taller desde 1976 y, finalmente, el que habitó para su arte desde 1989: una casa con jardín en el residencial Notting Hill de Londres.

Escenas de estudio son las que dominan la exposición de París -distribuida en las secciones "Intérior/Extérieur", "Réflexion/Reflection", "Reprises" y "Comme le chair/As flesh"- pero también aquellas en las que el artista, asomado a la ventana o en medio del jardín, representa el Londres a veces sórdido que rodea su taller.

Espectaculares en el detalle e insólitas para el gran público que le conoce por sus desnudos -en autorretrato o de modelos a los que ubica cuidadosamente en el estudio- las obras de jardín y de plantas despliegan a un Freud luminoso y reflexivo, exhibido ahora en la última planta del Centro Pompidou, desde el que contrasta con la monumentalidad parisina que se divisa desde el museo.

Como explican los responsables de la exposición, Freud observa y sitúa a sus modelos en el taller, los coloca con detalle, dispone la cama de hierro, el sofá usado y los grandes lienzos de tela en los que el artista emplea su "blanco de Cremnitz", el óleo rico en óxido de plomo que da ese tono plateado, pesado y fibroso que identifica al artista.

La retrospectiva, que se podrá ver desde el 10 de marzo al 19 de julio y para la que se adivina éxito masivo de público, incluye también ejemplos de las interpretaciones de Freud de obras escogidas de Cézanne, Constable, Picasso y Chardin, que van desde la copia libre hasta la interpretación radical del original.

Con esta exposición París suple temporalemente su déficit en Freud, pues del pintor británico, como reconoce Alfred Parcquement, director del Museo Nacional de Arte Moderno, la colecciones públicas francesas no tienen más que un pequeño retrato de 1946, año en el que el artista residió provisionalmente en esta capital.