Mientras la cubierta de Sa Llonja se va despejando de su tejado, alcanzado con ello el objetivo principal de la restauración del edificio gótico creado por Guillem Sagrera, el importante conjunto escultórico aguarda la suya. El proyecto de restauración adjudicado por concurso a Pere Rebassa por la conselleria de Cultura, e iniciado veinte meses atrás, no prevé extenderse a la esculturas del edificio. Tan sólo ha sido esbozado. Rebassa volverá a insistir en la "necesidad" de que un grupo de especialistas "discutan" cuál sería el criterio más idóneo a aplicar en la "necesaria restauración".

Habrá que esperar la luz verde de la próxima comisión de seguimiento de las obras, prevista para este mes de noviembre. Mientras, los técnicos del equipo de restauración se aprestan a limpiar las gárgolas, de las que sólo una de las diez situadas en Sa Llonja está rota. Todas sin excepción reclaman limpieza y refuerzo interior con infiltración de fibra de vidrio hecho por medio de varillas. Son reposiciones de material.

Sa Llonja presenta un conjunto escultórico remarcable, tanto en su interior como en su exterior, del que sobresalen las cuatro figuras de las esquinas, el ángel de la Mercadería en el portal principal, la imagen de Nuestra Señora situado en la fachada de poniente –en el exterior– y las claves del techo y de las bóvedas de crucería de los ventanales, rematados con motivos de ángeles, en el interior del edificio. Aparte merece especial atención todo la escultura ornamental en las tracerías de ventanas así como la superpuesta a algunas de sus esculturas en los tímpanos de los frontones de los portales.

De las cuatro esculturas de las esquinas de Sa Llonja falta la de San Nicolás, y del proyecto inicial desaparecieron los dos ángeles situados en los doseletes ubicados en las pilastras centrales en las dos fachadas mayores de la Lonja. La más famosa de todas ellas, el ángel de la Mercadería es una réplica ya que el original está en el Museu de Mallorca. Con todo, reclama una "urgente" intervención, según Pere Rebassa.

La parte inferior del conjunto escultórico es la que está más deteriorada. "El paso del tiempo, estar al lado del mar, la polución y el propio envejecimiento de la piedra" son algunas de las causas de esta descomposición que, sin embargo, aguanta por la calidad de la piedra de Santanyí con que está hecho el edificio gótico.

Pese a que se han dado distintas teorías acerca de la autoría de las esculturas, de acuerdo a Gabriel Alomar, el eco es general a la hora de atribuir la mayoría de obras a Guillem Sagrera. En las claves, con escudos de la Ciutat de Mallorca y de la Corona de Aragón, también asoman relieve figurativos con el ángel protector de los mercaderes. Se atribuye este conjunto escultórico de menores dimensiones a trabajadores del taller de Guillem Sagrera.

El trabajo de filigrana se observa en los detalles de las capillas sobre las que se asientan las esculturas de San Juan, Santa Clara y Santa Catalina. "Están cincelados con un esmero impresionante, como si hubieran tallado sobre madera y no sobre piedra", comenta Pere Rebassa.

Las esculturas de Sa Llonja han sido objeto de anteriores restauraciones, "algunas con mejor fortuna que otras", advierte el arquitecto. "Utilizaron materiales no adecuados", subraya.

Cuando estás a dos centímetros de las gárgolas, sus rostros demoníacos acaban dulcificando su semblante. Será la mirada cercana que les cambia la fiereza que les caracteriza. En una de las gárgolas, emplazada en la parte de espaldas al mar, guarda una curiosidad: una figura negroide que muestra sus atributos.

Como señala la especialista Tina Sabater, "Sa Llonja constituye una muestra de las diferentes formas de relación que se establecieron entre arquitectura y escultura durante la época gótica. La concepción estatuaria de la escultura monumental del exterior, así como el tratamiento autónomo de aquella situada en el interior de los muros, supone la integración de la escultura en una empresa común, el edificio, que no implica la pérdida de su esencia como lenguaje plástico".