Toda una declaración de intenciones: Arte y Resistencia. Piedad Solans, doctora en Historia del Arte, Madrid, y diplomada por L´École de Louvre, reúne en su libro ´rojo´ ´negro´ y ´blanco´ una serie de textos de ensayo en los que desmenuza las veredas por las que transita en equilibrio inestable el arte contemporáneo. En noviembre, la crítica de arte y comisaria lo presentará en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

"Para mí es muy importante fomentar la curiosidad, la pasión por comprender. La pregunta es la puerta más importante para la indagación. Una sociedad que no pregunta, que no duda, está presta a la manipulación. Desgraciadamente, el nivel cultural en España es muy bajo. También sucede que hay una falta de acercamiento de los intelectuales a la sociedad", advierte Solans.

Ella, que se mantiene firme en mantener la tradición del pensamiento ilustrado, la dialéctica marxista, el psicoanálisis y, sobre todo, la Escuela de Fráncfort, con Adorno, Marcuse, apuntala en ellos su Arte y Resistencia . Desde luego, al margen de "la crítica mediática del arte, veloz, rápida, efímera e inmersa en la cultura del espectáculo".

La transgresión

Aquella resistencia incubada y manifestada en el Romanticismo contra el poder, la imposición y su violencia, "aparejó el concepto de transgresión. La tradición artística del siglo XX –por ejemplo, el situacionismo– está empapada de aquella transgresión". Para ilustrar, Piedad Solans recuerda aquel interrogante de Adorno en Dialéctica de la Ilustración: "¿Cuánta violencia es necesaria para llegar a un orden tan sencillo?"

"El artista, entonces, ataca el poder a través de la violencia y acaba siendo asimilado", añade Solans, quien niega la domesticidad de los artistas. "En otras épocas, en el barroco, trabajaban para el poder y hacían guiños a través de él. El artista se enfrenta a la muerte, la miseria y se libera de la clase económica. Constituye él una clase a partir del concepto de artista maldito como Rimbaud, Baudelaire, Gaugin, Van Gogh. Buscan su individualidad sin temor a desligarse de la sociedad. Se lanzan al abismo".

En el XX, los dadaístas, los surrealistas siguieron la estela. En los años 70, fueron relevo el arte feminista, las performances. "Pero llega el mercado. Se introduce el concepto de mercancía-fetiche. Andy Warhol es su máximo exponente al convertir la mercancía en objeto estético. Él mismo lo es. De ahí que yo hable de clase cuando me refiero a determinados artistas".

La senda ha seguido hasta alcanzar las actuales derivas. Sin embargo, sigue habiendo resistencia: "Claro que quedan artistas que se niegan al fetichsimo, sobre todo en el arte feminista o en artistas como Alicia Framis que incorporan la obra artística como objeto social".

El XXI aporta el cambio de formato, la red, la globalización. "Hay que pensar en un mundo extendido". Además, como recuerda Solans, "el arte no está al margen de ese mundo de consumo generalizado. El arte es un mercancñía producida por el capitalismo como un residuo simbólico, ético, como una coartada".

Alcanzamos "la acumulación", el frenesí. Baudrillard y la aceleración, la hiperactividad: "Negarte a participar es caer en el olvido o resistir con la acción. Existen artistas que resisten como Rogelio López Cuenca o el grupo Democracia. Muchos han renunciado a la obra objeto. El debate de la resistencia va más por las webs", señala la autora del estudio. Solans matiza: "No basta con denunciar o cambiar el mundo, sino abrir formatos creativos. Hoy sobran gestores, productores, reproductores. Faltan creadores".

Y si descendemos a la arena local. "Mallorca, hablando en términos generales, está altamente inmersa en cultura afirmativa, decorativa, complaciente y dirigida al turismo cultural".