Nascimiento, uno de los músicos más célebres de Brasil, cantó como si en su garganta permaneciesen cicatrices de su pasado y éstas pesasen en el presente, mientras inmóvil y tímido tocaba la guitarra y el bandoneón en la presente edición del Festival de La Mar de Músicas.

A cada uno de sus lados le rodeaban un amplísimo elenco de músicos de la talla jazzística de Stéphane Belmondo (trompeta y flugelhom), Lionel Belmondo (saxo y flauta), Eric Legnini (piano), Thomas Bramerie (bajo) y Andre Ceccareli (bajo).

Y, asimismo, el espectáculo contó con la presencia de casi una veintena de instrumentistas de cuerda -la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia- y de viento -todos franceses-, bajo la batuta del director de dicha orquesta murciana, José Miguel Rodilla.

Hubo tiempo para que presentasen temas de su reciente trabajo, el disco "Belmondo & Milton Nascimiento" (2008) y para incluso regalar al público, en la conclusión del espectáculo, temas clásicos del compositor brasileño.

Pero, no todo fue obra de Milton Nascimiento (Río de Janeiro, 1942), sino también del conjunto, en el que los músicos de jazz fueron los protagonistas junto al clarinetista Jerome Voisin.

Así, en el tema "Bercause/Pour Malilia" se registraron momentos llenos de profundidad en el que dos clarinetistas hicieron bailar sus sonidos de viento para dar paso uno a uno al piano, al flugelhom, al bandoneón y al saxo.

Instrumentos que emitieron sus notas a la brisa marina de la bahía cartagenera y, a su vez, juntos generaron un elenco de sensaciones profundas en un espacio que también invitaba a ello, el auditorio de Parques Torres, al aire libre y contiguo a los restos arqueológicos de lo que fuera el Teatro Romano de Cartago.

Así, el repertorio presentó temas nuevos y clásicos -algunos nuevamente versionados- y deleitó con "Porta de Areia", "Canç\u00E3o do Sal" -la primera canción que Milton grabó- y "Nada será como antes".

Pero, con la que el trío: los hermanos Belmondo y Milton consiguió que se levantasen sus fans del asiento fue con otro clásico "María, María", cuya letra comienza: "Es un don, es el sueño, el dolor/De una fuerza que nos alerta/Una mujer que merece vivir/Y amar como otra mujer del planeta".

Así, una de las más grandes estrellas de la escena brasileña de los años 80 y 90 convenció a sus seguidores que pudieron, además, escuchar en directo la mezcla de las partituras de los músicos clásicos de cuerda y viento y la libertad creadora de los que interpretaban jazz.

Y, mientras tanto, Milton mostraba las arrugas que se esconden en las cuerdas vocales y producen que el tono se rompa en una voz talentosa que logra modular las palabras y trasladar sus sentimientos que alberga en su interior con cada letra.

Así, las canciones aportaron tonos propios que provenían desde la música de cuerda japonesa pasando por la de los africanos esclavos en América Latina hasta llegar al gospel.

Y todo ello mientras el director de orquesta daba instrucciones con sus manos danzarinas a los músicos y los hermanos Belmondo disfrutaban del encuentro, en el que los lenguajes -brasileño y francés- se obviaban, porque como ocurre en los grandes escenarios, la comunión de la música no conoce los límites.