Aunque no cumplirá su sueño de taconear sobre el majestuoso Templo del Cielo, sus pasos sí retumbarán en "El Huevo", Gran Teatro Nacional, el último órdago arquitectónico con el que la capital china ha roto con su imagen otrora estalinista, y donde "DQ...

Pasajero en tránsito" hace ahora escala.

Sin embargo, antes de que Amargo y sus gentes asombren al público chino, una audiencia ya de por sí predispuesta a la sorpresa, el coreógrafo granadino ha tenido tiempo esta semana de rodearse de jóvenes aficionados chinos al flamenco, un nuevo objetivo para el artista tras conquistar Japón.

"Si conseguí que los japoneses bailarán flamenco, voy a conseguir que lo hagan los chinos", sentenció Amargo, más seguro de su éxito en el "grande" de Asia tras observar los zapatos de baile de las estudiantes que acudieron a escucharle, en su calidad de maestro, en el Instituto Cervantes.

Amargo se mostró entonces "sorprendido", más que un chino ante su Quijote virtual, al comprobar que "había gente que conocía el código del flamenco" entre sus improvisados pupilos, que como su país, presentan "muchas ganas de abrirse al mundo, aprender y dar todo lo que tienen".

Durante su clase magistral, alabó las condiciones de los chinos como potenciales bailaores flamencos, ya que "juegan con el físico, son gimnastas, y si se lo proponen lo conseguirán", explicó este enamorado del flamenco y de su didáctica.

Sobre la llegada de su heterodoxo Quijote a China, Amargo consideró un "honor" hacerla coincidir con el año olímpico, justo en la antesala de los Juegos y 16 años después de que visitara este "exótico" país por primera vez.

Con todo, es una incógnita saber cómo reaccionará el público local a la presentación de "DQ... Pasajero en tránsito", sobre todo cuando les costó "entender" la aparición en el horizonte pequinés del propio Gran Teatro Nacional, un edificio plateado en forma de óvalo diseñado por el arquitecto francés Paul Andreu.

Esta misma tarde, horas antes del espectáculo, Amargo dirigía con atención el último ensayo en un "Huevo" vacío y presto a acoger una novedosa interpretación del flamenco, totalmente distinta a la visión estereotipada que en China se tiene de este arte.

Aunque son un público abierto, y el andaluz recuerda que el Quijote es "una obra de la España profunda y la literatura universal", queda por ver cómo los chinos, muy distintos de los "avanzados" japoneses, reaccionarán a las complejas andanzas de un Quijote "muy amargo" y un Sancho Panza con cresta.

Para digerir bien la obra, tendrán que aparcar cualquier purismo folclórico y afilar la vista para degustar la combinación de un baile flamenco estándar con fondos audiovisuales de un futuro postnuclear más propio de un videojuego de Mad Max que del flamenco que María Pagés o Cristina Hoyos han traído a China en anteriores ocasiones.

Con todo, Rafael Amargo está seguro del éxito de su mesiánico Quijote, que con elementos como "la más cervantina voz, la de Fernando Fernán Gómez", ya ha triunfado en otros países, logrando que "el teatro contribuya al conocimiento de ambos pueblos".