La paulatina sensibilización de la sociedad, el desarrollo económico basado en la generación de riqueza o el respeto por el medio ambiente conducen a que las empresas tomen decisiones estratégicas con criterios de sostenibilidad, incorporando la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) a sus modelos de gestión. En la práctica, se trata de integrar aspectos medioambientales o sociales en la cultura y los valores de la empresa, de forma que aparezcan vinculados a las líneas de negocio involucrando a accionistas, consumidores, trabajadores, empresarios o inversores. Es un concepto transversal, con vocación de permanencia y de carácter pluridimensional.

Cerca del 68% de los líderes empresariales mundiales se centran en la RSC para crear nuevas vías de ingreso, y más de la mitad está convencido de que las actividades de responsabilidad social les otorgan una ventaja competitiva sobre sus principales competidores. Cada vez está más claro que, independientemente del tamaño, ninguna empresa puede mantenerse al margen de la RSC. Es un modelo que la compañía puede seguir bien internamente, aplicando criterios de igualdad de oportunidades, formación y desarrollo profesional, así como de cara al exterior mediante el compromiso con la calidad, la honestidad, la transparencia o el impacto social y ambiental.

Las prácticas responsables generan valor al reforzar la reputación de las marcas ante el consumidor. Según el Informe Forética 2018, para el ciudadano medio en España, el 39% de los atributos para la percepción de una buena empresa tienen que ver con su gestión de aspectos sociales y ambientales, mientras que para el 61% restante están relacionados con factores competitivos como la calidad, la atención al cliente o el precio.

Tres de cada cuatro consumidores consideran que la responsabilidad social debe ser un elemento de gestión prioritario, y un 47,7% de los ciudadanos opina que la RSC está alineada con el desempeño financiero de las empresas, entendiendo que mejora los resultados gracias a una mayor apreciación por parte de los consumidores. Los datos apuntan a que adoptar una cultura de RSC mejora la reputación aportando valor diferencial, al tiempo que incrementa la captación de clientes y facilita el acceso a nuevos sectores o mercados. También permite fomentar la innovación y reduce costes de producción minimizando el gasto energético, mientras que espolea la posibilidad de contrataciones públicas y favorece las candidaturas a premios y reconocimientos.

Inversión con impacto

Implantar una estrategia de RSC que encaje con la visión y la misión de la empresa es una de las principales claves para que el negocio funcione. Debe ser una inversión con un impacto positivo sobre el desempeño, la reputación e imagen de la compañía, su sostenibilidad y la creación de valor a largo plazo.

Su puesta en marcha tiene al menos cuatro fases:

  1. Reflexionar sobre el impacto. La empresa debe evaluar el alcance que la RSC puede tener dentro de su organización y decidir cuál será la gestión de la eficiencia económica para lograr la mayor aceptación social.
  2. Elaborar una estrategia de RSC integral e integrada en la de la empresa. En la misma línea se identifican los grupos de interés y se priorizan los que merezcan más atención de acuerdo con su impacto en la cadena de valor.
  3. Desarrollo de programas. Partiendo de la estrategia y teniendo en cuenta los principales puntos de atención, se debe definir un programa de actuación que incluya las actividades a realizar y con qué medios. Contemplará aspectos como la dimensión económica de la empresa, la gestión y consumo ambiental, o el aporte social.
  4. Comunicación de los resultados. Informar de las actividades y resultados de las políticas de RSC desarrolladas por la organización. Esto puede tener un impacto positivo en los resultados finales y especialmente en nuevas oportunidades de negocio.

Es necesario que los directivos gestionen la atención de las demandas de los diferentes grupos de interés de la empresa, justificando cómo y por qué detraen recursos de unos en beneficio de otros (por ejemplo, de los trabajadores para los accionistas, o de los consumidores hacia los ejecutivos), un conflicto de intereses con un componente ético que la compañía debe resolver a través de las políticas de RSC. En cuanto a los ámbitos y elementos de gestión de la RSC, se concretan en ética y valores, Recursos Humanos, accionistas e inversores, medio ambiente, cadena de suministro, clientes y consumidores, comunidad local, así como comunicación y diálogo.

Focos de atención

Entre los focos de atención o tendencias que coparán las agendas de la RSC de las empresas en 2019 figuran la igualdad de género en la compañía y en la vida cotidiana; compromiso empresarial para dar continuidad a las acciones y esfuerzos que permitan paliar las consecuencias del cambio climático; economía circular o cerrar un sistema de producción, basado en la reducción, reutilización y reciclaje de los materiales que intervienen; cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS); futuro del trabajo o el impacto de la robotización, la inteligencia artificial, o el cambio climático en los empleos del futuro desde la perspectiva RSC; alianzas público - privadas o la importancia de que las empresas, a través de sus programas de responsabilidad social, continúen estableciendo alianzas con ONGs, organizaciones y fundaciones para lograr un impacto social positivo en su comunidad; creación de espacios que fomenten la inteligencia emocional, una habilidad primordial para organizaciones de alto rendimiento y para los líderes de grandes empresas; análisis de riesgos en cuanto al cambio climático, desigualdad y retos de la economía digital, para evitar una práctica negativa en la consecución de una RSE próspera y activa.

Para la implantación de la RSE en la empresa, se debería abordar un proceso como el del siguiente gráfico: