Opinión.
Hace meses que sonaron las alarmas en el Mallorca
"Hemos dejado de hacer muchas cosas desde que empezó la Liga", ha dicho Antonio Raíllo. Desde que empezó la Liga, no, Raíllo, desde que arrancó 2025: el ‘Mallorqueta’ ha ganado solo 6 de los 30 partidos de Liga que ha jugado este año

El defensa del Real Betis Ricardo Rodríguez (d) lucha con Mateo Joseph, del Mallorca, durante el partido de la jornada 11 de LaLiga / EFE
Si hablas privadamente con la gente del Real Mallorca, no diré con cada uno de los departamentos, no, no digo tanto, pero en general todo el mundo te dice que todo va como una seda. Es más, incluso te comentan que hay una buena plantilla, un buen equipo y el mejor entrenador posible, es decir, el ideal para sacar la nave adelante.
No digo que vivan en un micromundo virtual, pero casi. Andy Kohlberg, el presidente, por descontado. Y tengo una prueba irrefutable de eso: la persona de máxima responsabilidad del club, el principal ejecutivo, aquel que una noche, no hace mucho, le oí decir en IB3 Radio que él era “aquel al que le piden los millones para fichar”, Alfonso Díaz, no es el CEO, ni siquiera el Director General. No, no, es el Director de Negocio. De verdad, eso de Director de Negocio no suena muy guapo en el fútbol, donde el negocio debería de ser lo último. “El dinero en el campo, no en el banco”, reclamaba Johann Cruyff.
Podríamos hablar, sí, también de la particularidad de un Director Deportivo, Pablo Ortells, altamente elogiado por el gremio del balón como “alguien que sabe escoger entrenadores, pero falla mucho a la hora de confeccionar una plantilla competitiva”. Y ya ni les cuento en los momentos delicados como han sido (¿son?, son, sí, sí, son) los casos de Pablo Maffeo, que hasta se ha negado a jugar más de un partido y el escandaloso caso de Dani Rodríguez, que, pese a todo lo que ha dicho y hecho, aún sigue en la plantilla.
“No es el momento de señalar”, acaba de decir el bueno de Jagoba Arrasate, el técnico del ‘Mallorqueta’. “Es el momento de asumir que estamos, junto a otros equipos, en un momento muy delicado. La salvación esta vez va a ser cara. Y, por tanto, lo primero que tenemos que asumir es que estamos mal, tenemos que trabajar duro y todos sabemos lo que tenemos que hacer”.
Cuando uno oye hablar a Arrasate piensa que tiene lo que se merece. Lo siento. Cuando concluyó la pasada temporada, con el agua (casi) al cuello, pidió (¿exigió?, no, este ‘mister’ no es de exigir, al parecer) que tuviese un buen mercado. Y, ya ven, ni se fueron los que dijeron que se iban a ir y los que han llegado aún no sabemos por qué y para qué han venido, empezando por ese chico, Pablo Torre, al que le han ofrecido la oportunidad de su vida y está pensando si aprovecharla o no. De Jan Virgili también se espera todo, lo mejor, pero vamos a darle unas semanas más.
Uno tiene la sensación, no cuando habla con las gentes que están alrededor del ‘Mallorqueta’, sino cuando los oye analizar la situación, que lo que les está pasando, cuartos por la cola (rozando el descenso, de nuevo), con solo 2 victorias, 3 empates y 6 derrotas en 11 partidos, es nuevo, muy nuevo, demasiado nuevo.
Solo hay que escuchar al capitán Antonio Raíllo. “Hemos dejado de hacer muchas cosas desde que empezó la Liga. Hemos perdido solidez defensiva, ese grupo de trabajo en el que todos trabajan a una, creo que por momentos cada uno hace la guerra por su cuenta y, en ese sentido, un equipo que no tiene calidad como nosotros, vamos a sufrir”.
“Hemos dejado de hacer muchas cosas desde que empezó la Liga….”, no, perdona, capitán, desde que empezó la Liga, no. Habéis dejado de hacer vuestro trabajo desde que os considerasteis salvados a mitad de la pasada temporada. Solo recordaros, capitán, presidente, Director de Negocio, entrenador, plantilla, que, de los últimos 30 partidos de Liga, los 19 últimos de la pasada temporada y los 11 que llevamos de esta, habéis ganado solo 6, es decir, el 20% de los encuentros jugados en este 2025, que ya ha empezado a morir y sumado únicamente el 30% de los puntos en juego (¡27 de 90!)
Hace tiempo, mucho tiempo, que habéis dejado de hacer todo lo que hay que hacer para ser un equipo competitivo y puede que no solo vosotros en el vestuario, en los entrenamientos, no. También en esos despachos donde, al parecer, reina la calma (tal vez es la mejor manera de manejar la tempestad que viene, digo), deberían de ponerse las pilas aunque, lamentablemente, el trabajo que debieron hacer tras presenciar el desastre de la segunda vuelta del pasado campeonato --cuatro victorias (Las Palmas, Espanyol, Real Sociedad y Valladolid, nada del otro jundo) en 19 encuentros—no se hizo. De aquellos barros, estos lodos.
Cuando digo que todo el mundo en el ‘Mallorqueta’ cree que esto se puede arreglar sin dar un grito, sin cabrearse por lo ocurrido y cómo ha ocurrido, sin heridos, sin cambios drásticos, sin tomas de decisiones duras, es cuando más admirado me muestro.
Y, sobre todo, me da mucho miedo cuando les oigo decir a todos, incluido, supongo, el Director del Negocio, que se puede ir a la porra (el negocio, digo), que aún hay tiempo. Todos los que dicen que aún hay tiempo para ser campeón (el Barça, por ejemplo, a cinco puntos, es decir, ya dos partidos, del Real Madrid), para meterse en la Champions o eludir el descenso. Sí, claro que queda tiempo para todo eso, pero el mismo que para hundirse aún más. Porque lo malo del Real Mallorca de este desastroso 2025 es que puede que aún no haya tocado fondo, pese a ganar solo 6 de los últimos 30 partidos de Liga jugados.
Como dice Raíllo, no el ‘mister’, no, Raíllo, “cuando no tienes el talento de los otros, hay que defender como una piña y yo no me canso de ver los partidos repetidos y eso no es lo que hacemos”.
Repito, las alarmas hace meses y meses que sonaron, otra cosa es que la gente, el club, esté más por el negocio, por el Club de Negocios donde Toni Nadal impartió la misma clase de siempre hablando de Rafa Nadal como si la personalidad, profesionalidad, coraje, constancia y sacrificio que la estrella del tenis mundial mantuvo durante 22 años fuese fácilmente trasladable a un vestuario donde, como reconoce su capitán, hace meses que se ha dejado de hacer lo que tocaba: a falta de talento, picar piedras.
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