OPINIÓN

¿De verdad piensan venderse a los buenos?, por Emilio Pérez de Rozas

Kang In Lee, en un partido reciente.

Kang In Lee, en un partido reciente. / RCDM

Emilio Pérez de Rozas

Qué burro fui. Me acerqué al estadio para disfrutar de un partido de fútbol y me puse empapado. Como no llovía antes de empezar, me compré una entrada al aire libre. Y eso que mi esposa me dijo que su móvil (siempre está mirando el tiempo ¿va a cambiar tu vida dependiendo de la predicción del móvil?) anunciaba, en cualquier momento, agua.

Bueno, el caso es que me fui a Son Moix. Y me lo pasé en grande. Eso sí, a mis 71 años, estuve rodeado de los jóvenes más estupendos que jamás he visto. Tipos universitarios, cero aspecto de gritos groseros, amantes, desde niños (o así me lo contaron) del ‘Mallorqueta’ y, desde luego, con unos bocadillos que ni les cuento. Delicia pura, lo sé porque me los dieron a probar, tonto de mí que no me llevé cena, cuando mi esposa me dijo ¿te hago un ‘bocata’? No, deja.

Lo voy a decir así, de sopetón: está quedando un estadio precioso. Sé que mucha gente (yo mismo, claro) critica la actitud del dueño ‘yankee’, Robert Sarver, que no aparece por aquí ni por equivocación. Claro que por todo lo que le acusan en su USA natal, mejor que no venga. Pero puedo decir, o esa es la sensación que tengo, que el amo se está portando. Que no es lo que quisiéramos, cierto, pero todos ustedes me han leído en más de una ocasión que demasiado tiene Mallorca con este fantástico ‘Mallorqueta’ como para quejarse, dado el escaso (perdón: nulo) interés que han mostrado los mallorquines (poderosos y son muchos) por su club estrella.

Cuando digo que está quedando un estadio de lujo, me refiero a que todos entendíamos que era un estadio de atletismo con un terreno de juego en el centro. Ahora la gente empieza a tener sensación de que es un estadio de fútbol y la prueba está en que todos, todos, se sienten muy contentos por la remodelación. El dueño, aunque no aparece o, mejor aún, aunque está desaparecido, cumple.

Pero, claro, cumplir significa comprometerse y eso es otra cosa. El Real Mallorca, no nos engañemos, ya hace suficiente con mantenerse en Primera. Es más, se trata de un logro (casi) único y, aunque sea cierto que nos encantaría que nos diera para mucho más, tampoco podemos pedir mucho más pues alguien nos castigará, sobre todo viendo cómo están clubes tan históricos como Valencia o Espanyol, este ya en Segunda, dos de los grandes grandes por número de años de existencia y de estancia en la élite.

Ahora llega uno de esos momentos de la temporada, cuando las luces se apagan y los dueños y/o encargados, los profesionales que el norteamericano, chino, ruso o jeque de turno ha puesto al frente del club, deben empezar a decidir si quieren seguir creciendo o, como poco, enseñar la patita, hacer algo diferente, jugársela, estimular a la afición, poner un puntito de ilusión o mantenernos como estamos.

La apuesta por mantenernos como estamos tiene su riesgo. Y alto. No va a salir cara cada temporada. Ni hablar. Con los mimbres que tiene, que le dieron, a Javier Aguirre debemos hablar de matrícula ‘cum laude’, en serio, no solo no se podía hacer más sino que lo realizado es una auténtica proeza.

Repito, si embelleces y mejoras el estadio, será para intentar poner mejores actores o, como poco, una función más atractiva. Los actores actuales y su escenografía da para lo que da, que es suficiente, pero que conlleva un enorme peligro de que, un año u otro, te pegas un bofetón, un tiro en el pie, fijo, seguro.

Yo no digo que no tengas la tentación de venderte jugadores. Perdón, de venderte los mejores jugadores, pues los otros no te los compra nadie. Pero sí digo que estaría bonito, lindo y sería sensato retenerlos.

Al fin y al cabo, son tuyos, han contagiado a la grada, que está respondiendo a la altura del estado que has reconstruido y, por tanto, es doloroso que lo primero que suene es que se pueden ir Lee Kang-in, Pablo Maffeo, Predrag Rajkovic o Vedat Muriqi, que son, insisto, no solo buena parte de tu patrimonio, sino los ídolos, los futbolistas, los ‘rojillos’ que llenan el estadio y hacen feliz a su público.

Solo hay una razón para vendérselos: traer a otros tan buenos como ellos. Y cuando digo tan buenos me refiero a que, sin ser las estrellas rutilantes que visten los clubs ricos, ellos son la viva imagen del ‘Mallorqueta’ y, por tanto, o traes otros que, así, de entrada, ilusionen o si lo que quieres es hacer negocio, entonces no haber mejorado el estadio. Eso o decir la verdad: estamos aquí para que cuadren los números, no para jugar cada año mejor o aspirar a algo más que salvarnos.

Insisto, salvarse es una apuesta. Es más, los habrá que piensen que Mallorca, la isla, no ha hecho mucho más por el Real Mallorca para que su dueño norteamericano apueste por alto que no sea, solo, la salvación. Pero digámoslo. Lamentablemente, yo no he oído a los representantes de Robert Sarver decir “los buenos se quedan ¡faltaría más!”

Y me hubiese encantado.

Suscríbete para seguir leyendo