Opinión. El descenso del filial, la cara B del Mallorca

Los jugadores del Mallorca entrenando en la Ciudad Deportiva, en Son Bibiloni

Los jugadores del Mallorca entrenando en la Ciudad Deportiva, en Son Bibiloni / B. Ramon

Ricard Cabot

Ricard Cabot

Sin ánimo de chafar la fiesta a nadie, ahora que todo es felicidad en el Mallorca con la permanencia conseguida a ocho jornadas del final, a falta de ponerle el sello, toda historia tiene su cara B, y la de la entidad mallorquinista es su filial, que este mismo fin de semana ha consumado su descenso a Tercera División, una pésima noticia. Para los que se pierdan en esta maraña de categorías hay que decir que el nuevo hábitat del Mallorca B la próxima temporada es comparable a la Regional Preferente, porque la Segunda RFEF, de donde procede, es una Tercera mejorada a la que había antes de la remodelación efectuada por Luis Rubiales.

El equipo nodriza del Mallorca lleva demasiados años dando tumbos por las categorías más bajas del fútbol español. Lejos quedan los tiempos en que el filial militaba nada menos que en Segunda División, en la segunda temporada de Cúper en la isla, con la dupla Luque-Tristán que, pese a su calidad, no pudieron evitar el descenso. El club dispone de una ciudad deportiva que es la envidia de muchas entidades de Primera, cuyo mantenimiento cuesta mucho dinero y esfuerzo cada temporada. Pero los frutos no se ven por ningún lado. Una vez más el primer equipo deberá buscarse la vida fuera para reforzarse. Tanta decepción acumulada significa que algo no se está haciendo bien. Es hora de que se le ponga remedio.

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