Opinión

Mallorca-Real Madrid: el faltón Vinicius como coartada

El árbitro muestra tarjeta amarilla a Maffeo en presencia de Vinicius.

El árbitro muestra tarjeta amarilla a Maffeo en presencia de Vinicius. / Efe

Ricard Cabot

Ricard Cabot

El Real Madrid tiene un problema con Vinicius. Y no menor. El que posiblemente es el futbolista más desequilibrante de su equipo en el terreno de juego, lo que consigue con su reprobable actitud es desequilibrar a la entidad. Él es el centro del mundo y mientras se está pendiente de él, su equipo no juega a nada, como el domingo en Son Moix. El faltón Vinicius como coartada. Porque mientras se habla de sus piques con Raíllo y Maffeo, se pasa de puntillas sobre la incapacidad de once multimillonarios para superar la defensa del Mallorca, en una clara cortina de humo. No se puede pretender ganar un partido sin obligar a intervenir al portero rival, que vivió una tarde de lo más apacible ante un Madrid que acabó frustrado.

En lugar de fomentar el victimismo, defecto de equipos mediocres, los aficionados del Real Madrid deberían preguntarse porqué su equipo solo tiró una vez entre los tres palos, el penalti fallado por Marco Asensio o, para ser más precisos, detenido de forma magistral por Rajkovic.

Alguien en el Real Madrid debería advertir a Vinicius de que va por mal camino

Vinicius es un gran jugador que, por su juventud, puede marcar una época en el Real Madrid. Pero alguien en su club debería advertirle de que va por mal camino. El primero, el admirable Carlo Ancelotti, que en lugar de justificar todo lo que hace, lo bueno y lo malo, debería tirarle de las orejas las muchas veces que mete la pata. O algunos de sus compañeros curtidos en mil batallas, como Nacho, Modric o Kroos. Nadie mejor que ellos para decir a su compañero que se dedique a hacer lo que sabe, muy bien cuando quiere.

Sería inducir al error omitir que algún comportamiento de Maffeo y Raíllo estuvieron de más, pero no debe ser fácil mantener la calma ante un jugador que se cree estar por encima del bien y del mal. 

Se comportó de forma inconsciente cuando, con una tarjeta (justa, por pisotón a Maffeo), protestó al árbitro al final de la primera parte, corriendo el riesgo de dejar a su equipo con diez. Nunca sabremos qué hubiera ocurrido con otro colegiado con algo más de personalidad. Y besarse el escudo mirando de forma provocativa a los aficionados del Mallorca roza, si no entra de lleno, en la apología de la violencia. Vinicius se ha convertido en un jugador antipático. Tiempo de sobra tiene para rectificar. 

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