Hay bastante unanimidad en que González Fuertes es uno de los peores árbitros de Primera, y se pueden encontrar unos cuantos. Su actuación del sábado en el Mallorca-Betis, con catorce tarjetas amarillas, catorce, pero sobre todo por el segundo penalti que señaló contra los de Aguirre -nada que decir del primero, en el que la inocencia de Battaglia puso las cosas muy fáciles-, marcó el signo de un partido en el que lo más justo hubiera sido el reparto de puntos.
Pero siendo todo ello verdad, el Mallorca, mejorado con respecto al debut en San Mamés, sigue exhibiendo muchas carencias, algunas preocupantes. Posiblemente la principal sean sus limitaciones en el centro del campo, compuesto por un irregular Dani Rodríguez, cada vez más lejos del rendimiento que ofreció en sus primeros años como rojillo; un desfondado Grenier que, lejos de estar en un tono físico mínimamente aceptable, sería suplente en la mayoría de equipos de la categoría; y un Battaglia que incomprensiblemente está por delante de Baba. Urgen refuerzos para elevar el nivel de una plantilla muy justa para competir en Primera.