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Fútbol

Muriqimanía

El mallorquinismo vive con entusiasmo el carácter y la implicación del delantero kosovar, decisivo en la transformación experimentada por el equipo bermellón

Muriqi celebra el gol de Take que dio el triunfo al Mallorca ante el Athletic.

Vedat Muriqi lo ha cambiado todo, absolutamente todo. No solo sobre el césped, sino también en la grada y hasta, como lo llamaba Johan Cruyff, en el entorno. Su entrega, garra, implicación y, por supuesto, talento ha contagiado al Mallorca y al mallorquinismo justo en el momento que más lo necesitaba. Hacía tiempo que un futbolista no tenía en Son Moix una influencia tan grande a todos los niveles, por lo que en apenas dos partidos en Palma, que se han traducido en dos victorias vitales, ya es el nuevo ídolo de la afición. La Muriqimanía es real. 

El nombre del ariete de Kosovo está en boca de los seguidores bermellones. No se habla de otra cosa. Es el claro ejemplo de que marcar goles -lleva uno- no lo es todo para un delantero, ni mucho menos, sobre todo porque también los genera. Sin embargo, su peso va mucho más allá de los tangibles. El Mallorca tampoco es el mismo desde su aterrizaje en la isla. Y también es mérito de Luis García Plaza haberse dado cuenta de que, cambiando alguna tecla, el rendimiento del equipo también aumentaría para aprovechar las virtudes de su nuevo delantero de referencia.

Ha pasado del característico 4-2-3-1 al 4-4-2, sin que eso se traduzca en más problemas por el hecho de haber perdido un centrocampista. Todo lo contrario. El equipo ahora tiene más registros, porque puede alternar el juego combinativo y el de transiciones rápidas, con otro más directo y menos elaborado. Parece que está cómodo en cualquier escenario. Y es cierto que también es más fácil con el buen nivel de Galarreta y Salva Sevilla en el doble pivote, mucho más dinámico que si juega un mediocentro defensivo, pero la simple presencia de Muriqi es una gran amenaza para la defensa rival. A su lado siempre suceden cosas, es un auténtico incordio para los centrales del adversario. El ‘pirata’, como algunos ya le empiezan a llamar, es un regalo para sus compañeros porque genera espacios y segundas jugadas que son un caramelo para los Ángel, Dani, Take y compañía. 

En la ya noche mágica de San Valentín, porque así lo sintió el Visit Mallorca Estadi en el triunfo ante el Athletic (3-2), el cedido por la Lazio hasta junio, con una opción de compra de doce millones de euros, participó de forma decisiva en dos de los tres tantos. La acción del segundo tanto es el ejemplo de un futbolista que tiene una fe infinita en sus posibilidades. La pelota quedó suelta dentro de área, muy elevada, por lo que todo apuntaba a que iba a ser despejada por los centrales de los vascos. Quizá el noventa y nueve por ciento de los delanteros, sin exagerar, ni se habrían molestado en luchar por un balón que no aparentaba demasiado peligro. Pero Muriqi no es así. Ya lo ha demostrado en los pocos días que lleva como rojillo. Creyó que podía llegar y recorrió esos metros a toda velocidad, ningún rival reaccionó, y peinó con toda la intención, ayudado por sus 194 centímetros de altura, la pelota hacia Ángel, toda una rata de área, que demostró su olfato para batir a Una Simón con un remate acrobático. Fue un extraordinario tanto que desató la locura entre los presentes. Muriqi lo festejó como si hubiera sido el autor y, en cierta manera lo fue, porque su visualización de la jugada marcó las diferencias. 

Y en el gol del desenlace, obra de Kubo, Muriqi también puso su granito de arena. Recibió en el corazón del área un pase de Dani Rodríguez, con un control trató de recortar a Unai Simón y a Vivian y, justo cuando iba a rematar, vio al japonés de cara para disparar. Y ambos acertaron. Uno por su altruismo y el otro por su pillería y aparecer en el momento adecuado. Y gol, con un poco de fortuna porque el esférico tras impactar en el palo rebotó en la espalda del portero. Pero es que con Muriqi también ha cambiado la suerte. O eso parece. La imagen que ilustra esta información ya se ha convertido en icónica. Fue después del gol del nipón. No es la primera vez que mira a la grada de forma directa, cerrando los puños o abriendo los brazos, para celebrar un tanto a lo grande, aunque no sea suyo. Incluso levantó de sus asientos a los hinchas cuando corrió treinta metros para presionar a un rival en el descuento. «Hasta el último minuto», escribió en Twitter en la cuenta del Mallorca que mostraba esa secuencia. Esa es la filosofía de Muriqi.

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