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Tribuna

Un castigo inesperado

A priori, que el Mallorca lograra algún punto en su visita a Anoeta entraba en el terreno de lo altamente improbable. Un rival que no sabe lo que es recibir un gol en su campo, que se iba a poner líder en solitario de Primera si era capaz de sumar, y que tiene una plantilla muy superior a la del Mallorca. La derrota entraba en el terreno de lo más probable, pero no lo era que ocurriese en las circunstancias en que se produjo.

El Mallorca salió a morder ante los donostiarras, nada en comparación con aquel otro partido contra el otro Real, el de Madrid. Un Mallorca con intensidad, presión en todo el campo, con especial incidencia de sus pivotes defensivos, Ruiz de Galarreta y Bataglia, este futbolista con oficio. En fin, compromiso de todos para maniatar a la Real.

La expulsión de Muñoz lo cambió todo y puso el partido para que el Mallorca intentara algo más que el empate. García Plaza se fue a por el partido en la segunda parte, con cambios para crear más, aunque Salva Sevilla debió haber entrado ya después del descanso. Se tuvo el balón, y a la Real no le quedó otra que hacer lo que mejor sabe: defender. Mucha posesión rojilla, pero pocos remates, apenas el de Ángel que acabó en gol anulado. Y cuando el empate ya se hacía inevitable sucedió lo impensable, que la Real marcó en el único remate a portería, con alguna que otra falta de tino de Reina. Para unos, un premio a la fe, para los mallorquinistas, un castigo inesperado y puede que inmerecido. O no, porque cuando se tiene una ventaja hay que aprovechar las oportunidades.

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