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El Mallorca, un ascenso en silencio

El Mallorca vuelve a tocar el cielo tras un año marcado por la pandemia y la ausencia de público

Mollejo celebra su gol al Lugo con las gradas de Son Moix vacías.

«¿Esta afición es siempre así? Porque es cojonuda, me han emocionado». Palabras de Luis García Plaza tras el partido ante el Alcorcón, el primero donde el Mallorca pudo disfrutar del apoyo de sus seguidores en Son Moix tras una temporada marcada por las restricciones de la pandemia. Una campaña en la que los cánticos y proclamas se sustituyeron por los gritos entre los propios futbolistas, cuyo único ánimo que recibían del exterior era la voz desgañitada del míster intentando alentar a sus pupilos.

A pesar del ascenso y el excelente rendimiento del equipo, los futbolistas tuvieron que atravesar por uno de los contextos más particulares de su carrera, con exigentes protocolos, distancia de seguridad, PCR diarias y la falta de aficionados en el campo, que al fin y al cabo es el principal sustento del fútbol.

La campaña del ascenso arrancó con una pretemporada atípica, que se inició el 10 de agosto después de que la pasada temporada se cerrara a finales de julio tras el parón por el confinamiento. Apenas 20 días más tarde de que el Mallorca se despidiera de la Primera División con un empate a dos ante el Osasuna, los futbolistas de la plantilla se sometieron al reconocimiento médico y a los test PCR para descartar contagios durante las vacaciones. Así, las pruebas para la detección de la covid se convirtieron en algo tan habitual para los jugadores como el cambio de botas o de camiseta durante todo el año.

Pero los tests no fueron la única alteración a la que tuvieron que hacer frente los jugadores durante la campaña 20-21, ya que el protocolo del club respecto a los viajes y estancias en los hoteles cambió por completo: el Mallorca se tuvo que búnkerizar. Por un lado, el conjunto bermellón viajó en vuelos chárter con el objetivo de aislarse de personas que no formaran parte de la expedición.

Concentraciones ‘burbuja’

Además, una vez en tierra, el equipo realizó todos sus desplazamientos en dos autocares, evitando así el contacto directo entre los futbolistas de la misma posición durante un largo periodo de tiempo. De esta forma, Antonio Raíllo no compartía autocar con Martin Valjent, por ejemplo, como Luis García no coincidía con su segundo, Pedro Rostoll. Durante las concentraciones, los futbolistas tuvieron que dormir en habitaciones individuales, y en las comidas se distribuyeron en mesas de 4 personas, si bien es cierto que a final de temporada esta medida se endureció y pasaron a comer por parejas. En este caso, también se evitó que compartieran mantel futbolistas de la misma demarcación, y lo hacían de manera cruzada.

Por otro lado, la pandemia no sólo afectó al protocolo y a la precaución con la que ha tenido que convivir el Mallorca, sino que también alteró la hoja de ruta y la planificación de la plantilla por parte de Luis García Plaza. El entrenador madrileño siempre manifestó durante las ruedas de prensa que él suele preferir contar con plantillas cortas para poder brindar oportunidades a los más jóvenes. Sin embargo, con la llegada de la crisis sanitaria, el técnico quiso tener todas las fichas ocupadas por temor a posibles brotes de covid dentro del vestuario. «Siempre he sido de plantillas cortas, pero este año necesitamos todas las posiciones cubiertas por lo que pueda pasar».

Por suerte para Luis García y el resto del cuerpo técnico, el equipo no sufrió ningún brote que contagiara a muchos futbolistas a la vez, aunque sí se produjeron casos positivos a lo largo de la campaña. El primero en sufrir la covid fue Juan Diego Molina ‘Stoichkov’ durante la pretemporada en agosto, un futbolista que finalmente acabó saliendo cedido en verano rumbo al Sabadell. Ya durante la misma temporada, el extremo Jordi Mboula y el atacante Marc Cardona dieron positivo tras regresar de las vacaciones navideñas. El delantero catalán lo pasó especialmente mal con la enfermedad y estuvo un mes de baja, con mareos y pérdida de olfato. Por último, Lago Junior y Antonio Sánchez fueron los últimos en dar positivo el pasado mes de abril y en ambos casos se recuperaron de forma positiva.

Final feliz

Tras más de un año sin público en las gradas, el Mallorca empezó a ver la luz al final del túnel con la presencia de 4.000 aficionados en el encuentro frente al Alcorcón. Un partido en el que certificaron virtualmente el ascenso con el apoyo incondicional de los aficionados, aquellos a los que tanto se les echó en falta durante el resto de campeonato. El esfuerzo extra de un equipo que quedó reflejado en el abrazo de Salva Sevilla y Luis García Plaza. La unión de un vestuario que, a pesar de las dificultades que se vivieron durante la temporada, estuvieron unidos para lograr un objetivo: que el año que viene todos los aficionados puedan volver a Son Moix para animar a su equipo en la Primera División. Una historia que acabó con final feliz.

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