Pasó el partido del morbo, el del día de los enamorados, entre los equipos del antiguo amor del mallorquinismo, Vicente Moreno, y el del actual idilio, García Plaza. Al final, el villano, el que dejó plantado al Mallorca, se lleva los tres puntos, pese a no merecerlo su equipo, que no fue mejor que el de los locales, pero sí más eficaz. Los del Espanyol tuvieron dos ocasiones claras de gol y las enchufaron todas. Los de García Plaza tuvieron cuatro oportunidades en las botas de Amath y solo vieron como una acabó en las mallas de Diego López, aunque el cancerbero perico tiene mérito en que dos de ellas no subieran al marcador. El Mallorca no jugó un mal encuentro, pero no supo administrar los tiempos del juego. El Espanyol sí, matando el partido después de ponerse al frente del marcador por segunda vez, y retirando a De Tomás, su teórico hombre más peligroso, en una muestra del conservadurismo ‘made in Moreno’, cuando juega en feudo contrario. En el bando local, ninguna de las incorporaciones que han llegado este mercado de invierno ha servido para mejorar nada. Ni Álvaro Giménez ni Mollejo dejaron sensación de peligrosidad alguna, aunque haya que darles tiempo para acoplarse al engranaje. Visto el resultado final, el Mallorca debió valorar mejor la importancia de tener amarrado el empate, por aquello de mantener la distancia que tenía al frente de la tabla. La derrota supone un varapalo, pero no es nada definitivo y el liderato sigue ahí.