Diario de Mallorca

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Análisis

Señores, (aún) no somos el City

Salva Sevilla conduce el esférico, el viernes en el Belmonte.

Ya se lo anuncio en la primera línea: igual no les gusta lo que van a leer.

Ya se lo comunico en la tercera línea: un diario ha de estar repleto de opiniones que no le gusten (del todo) al lector.

Y ya se lo confirmo en la sexta línea: escribo esto por libertad, porque lo siento, porque me dejan, porque a mis jefes les parece bien y porque alguien debe decirlo.

Pep Guardiola ha hecho mucho daño al fútbol. Mucho. Muchísimo. Nadie puede imaginarse cuánto daño ha hecho esa sobradez de ganar luciéndose o, a menudo, creerse tan superior en el fútbol de posesión, que cualquier equipo de tres al cuarto se cree capacitado para jugar y ganar así.

Miren, sé que todos nosotros estamos orgullosísimos del Mallorca actual. Yo, el primero. Es más, con toda seguridad, nosotros estamos más orgullosos de ese conjunto que su dueño, un norteamericano riquísimo al que le damos igual.

Miren, lo que están haciendo estos chicos, liderados por un excelente entrenador, un discreto y correcto, muy correcto, Luis García, es tan enorme, que se han convertido (y no desde ahora, no, inicio de la segunda vuelta, qué va, qué va, desde que arrancó la temporada) en un firme y sólido líder de una dificilísima y complicadísima Segunda División.

Miren, lo están haciendo con solvencia, con complicidad, con diversas alineaciones, con sacrificio, con buen fútbol, mejor organización y unas ganas tremendas de agradar. Y triunfar. Y dar la cara. Y subir de sopetón, nada de play-off, ni eliminatorias angustiosas. ¡Olé! por todos ellos a los que, por cierto, puede que solo unos enfermos, como usted y yo (y mil más, ¡qué va! ¡qué va!, ni mil) les seguimos por prensa, radio y televisión.

Pero precisamente por eso, porque son lo que son, representan lo que representan, juegan como juegan (habitualmente), se parten la cara como se la parten, intentan no perder la oportunidad de sus vidas (la de todos, jóvenes y veteranos), no pueden hacer, lo siento (o no), el partido que hicieron en Albacete.

Les dije que no les gustaría. Me pareció un partido de sobrados, de esto no se me va a escapar porque somos el Mallorca, somos los líderes, tenemos el doble de puntos que vosotros (48 contra 24), sí, somos un equipo y mira, mira, cómo tocamos, tocamos, tocamos, salimos, nos movemos, aquí te espero, aquí te reto, y toco el violín. Y me creo el Manchester City.

Y, no, colegas, no, el Manchester City (aún) no lo somos. Y no puedes ser chulito cuando vas 1-0, falta más de media hora, el rival juega con 10 y tú aún no has sentenciado el partido. Por más líder que seas, por mejor Mallorca que hayas lucido en los últimos meses, por mejor conjunto que te creas, debes matar el partido, sentenciar. ¡Son 10! ¡caray! y, luego, si quieres, duerme el partido, sestea los minutos que quieras y pásate el último cuarto de hora toca-toca-toca-toca, sal-sal-sal-sal, me muevo y corro.

Como pudimos comprobar, se pudo empatar el partido, la pudimos cagar por tanta sobradez y suerte tuvimos, no solo, perdón, en la expulsión de Gorosito, sino también con el penalti fallado y el rebote requetefallado, para regresar a la isla con más puntos que nadie, pero, insisto, sin haber demostrado que el líder, cuando es líder, como lo es este sólido Mallorca, no puede creerse, jugar, contemporizar, casi chulearse, casi ir de sobrado, ante un equipo que estaba con 10 y que por poco nos amarga la noche.

En cuanto el Mallorca se crea el Manchester City se hundirá, dejará de ser favorito, dejará de ser líder, dejará de dominar los partidos, dejará de ganarlos y dejará de ilusionar a la parroquia. El Mallorca ha de ser el equipo trabajado, comunitario, cómplice, fiel a su entrega y despliegue, para dominar (bueno, si no dominar, sí controlar, manejar, dictar) el ritmo de los partidos.

Solo ese Mallorca, es decir, el que suma puntos luciéndose y sin lucirse, el que impone su estilo férreo y solidario, el que mete miedo porque está allá arriba sin que nadie lo esperasen (y menos el dueño yankee), puede convertirse (de hecho, ya lo es) en la revelación de esta Segunda División.

El Mallorca que vimos en Albacete, aunque ganase, no es el Mallorca que puede alcanzar, al final, el ascenso. Ese Mallorca, que se cree que meterá el segundo cuando lo necesite, cuando quiera, no antes, que se pasea por el campo a pasecitos, toquecitos, tuya-mía, toco y me voy, y vuelvo, que casi parece (perdón, perdón, sé que no es así) burlarse del rival, no es el Mallorca que se colocó allá arriba para intentar no moverse de esa cima.

Les salió bien, pero pudieron volver con el rabo entre las piernas con cara de tontos, habiéndose hecho el ridículo ante un equipo muy inferior y con 10. Señores, (aún) no somos el Manchester City.

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