La revolución o prueba efectuada por García Plaza, por mor de las rotaciones obligadas por el intenso calendario, no nos ha mostrado un Mallorca muy diferente al de las anteriores seis jornadas.

Un equipo en el que ni Ruiz de Galarreta, ni Marc Cardona, ni Amath Ndiaye han hecho méritos para ser indiscutibles en futuros compromisos. Seguro en defensa pero que sigue teniendo una asignatura pendiente: el gol.

Ayer sí se crearon ocasiones para conseguirlos, especialmente en la segunda parte, por que en la primera los acercamientos a la puerta rival fueron escasos para un equipo que aspira al ascenso a Primera División. No se pueden y no se deben regalar 45 minutos.

Con lo que no contaban los mallorquinistas era que, además de su acreditada ineficacia goleadora, iba a encontrarse con un Tomeu Nadal que hizo ocho paradas, muchas de ellas de mérito, con especial relevancia en el penalti que le detuvo a Salva Sevilla, aunque el andaluz nos dejó un lanzamiento que debería visionarse para aprender como no se ha de tirar desde los once metros.

El empate no es bueno, resulta decepcionante visto lo visto, porque los rojillos fueron superiores al Albacete en el día de ayer.

Para los que ven el vaso medio lleno se ha sumado un punto que se podía haber perdido si Fuster no hubiera tenido un error clamoroso en la única ocasión del Albacete durante todo el encuentro.