El Espanyol se ha hecho con los servicios de un entrenador 'top' pese a que el descenso del Mallorca a Segunda pueda parecer lo contrario. Hay unanimidad en la isla que, con otro entrenador, con los mimbres que había en la plantilla, la pérdida de la categoría se habría producido mucho antes que en la penúltima jornada. Por primera vez, Vicente Moreno se hace cargo de un equipo sabiendo que el único objetivo es el ascenso a Primera. Todo lo demás supondrá un sonoro fracaso en el club con el límite salarial más alto en la historia de la Liga.
Abandona Moreno la isla con un regusto amargo. No solo por no haber conseguido conservar la categoría, sino, sobre todo, por la forma en que ha salido, sin cumplir el contrato que le ligaba al Mallorca hasta 2022. Sarver le ha hecho sufrir hasta el último momento, hasta el punto de que se ha llegado a poner muy en duda su salida ante la negativa de la propiedad rojilla. Sus formas no han gustado, negociando con el Espanyol cuando él y sus jugadores se estaban jugando la permanencia. En el curso recién finalizado se ha desgastado más de la cuenta, harto de ejercer de apagafuegos y ser el único que ha dado la cara, con la propiedad en Arizona, el consejero delegado destituido, su sustituto con un marcado perfil bajo y el director deportivo recién aterrizado.
Tras solventarse lo que ha sido el culebrón del verano, que parecía no tener fin, Moreno llega al Espanyol con las ideas muy claras. La afición de Cornellà-El Prat verá un equipo ambicioso en casa, siempre al ataque. Perderá algún partido, pero el 'perico' nunca le podrá reprochar al equipo que no lo haya intentado. Otra historia muy distinta es en los desplazamientos. Cinco puntos ha sumado el equipo en toda la temporada, unos números de descenso. Todo lo bueno que ofrecen los jugadores con el calor de su afición, se desvanece de forma incomprensible cuando abandona la isla. Se funde al primer contratiempo. Moreno debe solventar un problema que no es de ahora. Viene de lejos. Ya en Segunda B el equipo ascendió con unos números muy discretos en sus salidas, historia que se repitó al año siguiente, el del ascenso a Primera. La regularidad en casa fue clave.
El nuevo entrenador del Espanyol ha mostrado dos caras en su etapa de tres años en el banquillo del Mallorca, la del que se sienta en el banquillo y la del que lo hace en rueda de prensa. Doctor Jekyll y Mister Hyde en estado puro. El primero es impulsivo, descarado, que planta cara a los árbitros, lo que le ha costado alguna expulsión; el segundo es reservado, prudente, el que mide sus palabras hasta la exageración, siempre respetuoso con el colectivo arbitral, "a los que hay que ayudar porque tienen una función muy difícil".
Nunca ha pronunciado una palabra más alta que la otra, y menos ha dado una pista que pudiera servirle al rival. Titulares, más bien pocos. Siempre educado, comparece ante la prensa porque no le queda más remedio. Si de él dependiera no hablaría en todo el curso. Lo que le gusta es trabajar, estar en contacto con sus jugadores y con el balón, como futbolista que ha sido. Su modélico comportamiento quedó patente en su distanciamiento con el anterior consejero delegado del Mallorca, Maheta Molango. Ni cuando este le envió el recado de que "los entrenadores que entrenen, los directivos nos dedicamos a fichar", entró al trapo. Y eso que tenía motivos de sobra para explotar tras el estrepitoso fracaso en los refuerzos, que a la postre le costó el puesto a Molango y la categoría al equipo.
Se va Moreno cansado de dar la cara día sí, día también, tras un ciclo intenso de tres años en la isla. Necesita nuevos retos, y está convencido de que el Espanyol le servirá como rampa de lanzamiento para entrenar de nuevo en Primera, donde debe estar.
