La magia de la histórica nit de Sant Joan de 2019, que para muchos es inmortal, finalizó anoche justo cuando Estrada Fernández pitó el final del partido entre el Mallorca y el Granada (1-2). El silencio era insoportable. Nadie se atrevía a hablar. No se oía nada. Sin público que pudiera tratar de consolar un momento tan doloroso, las palabras no salían. Ni falta que hacía. El 'speaker' Jaume Colombàs decidió no poner el himno del club, ni ninguna otra canción. Era lo adecuado en un momento de duelo. Un funeral en el que había que despedir la Primera División sin disimulos, sin disfrazar la realidad, por terrible que fuera el golpe. Después de un descenso a Segunda División, los abucheos y los silbidos serían los protagonistas en muchos otros estadios, pero da la impresión de que el mallorquinismo no lo habría hecho.

La mayoría de los que estaban sobre el césped eran los mismos héroes de aquel 23 de junio, en la remontada ante el Deportivo de la final por el ascenso (3-0). Quizá este es el motivo del descenso, aunque ese es otro debate. Lo que es seguro es que no había consuelo para ellos. Y cada uno lo vivió a su manera. Abdón no podía parar de llorar, Valjent se alejó de todos y se fue lo más lejos posible con la mirada perdida, algo que también hizo Dani Rodríguez. El gallego se quedó estático, de cuclillas, sin ocultar que le estaba doliendo en el alma lo que estaba viviendo. Manolo Reina, uno de los corazones del vestuario, fue de uno a uno a abrazar a sus compañeros. Salva Sevilla, otro de los pesos pesados, prefirió irse antes que los demás hacia la ducha. Todos ellos las han visto de todos los colores en el fútbol, pero sabían que esto es especialmente triste. Un instante inolvidable en sus carreras. Como el de Vicente Moreno, que se abrazó nada más terminar a sus compañeros de viaje en esta aventura desde la Segunda B, Dani Pastor, Dani Pendín y Fernando Maestro. Fue su último partido en un banquillo que le cambió la vida. Como él al mallorquinismo. El valenciano se quedó sin saber qué hacer en el centro del campo. También era su primera vez. Todos fueron enfilando el camino de los vestuarios, menos Dani y Valjent, que ahí seguían. Este disgusto jamás lo van a digerir.