Hay opiniones para todos los gustos entre el mallorquinismo para explicar los motivos de estar cerca de la Segunda División, pero la realidad es una. Bajar es un drama, un auténtico desastre de dimensiones desconocidas a día de hoy. No se puede blanquear un golpe tan duro como este, de ninguna manera. No hay ningún consuelo, ni justificación posible que pueda aliviar una catástrofe de este calibre.
No solo hay un culpable, pero es evidente que unos tienen mucha más responsabilidad que otros. Tener el límite salarial más bajo de la categoría es un buen argumento para justificar este palo, pero resulta muy pobre. Obligaba a los responsables a gestionar acertadamente estos escasos recursos, como han hecho otros. Maheta Molango y Javier Recio no se podían equivocar en un proyecto tan ilusionante y la verdad es que es lo único que han hecho después de dos años, los que han llevado de Segunda B a Primera, con un éxito innegable. Precisamente eso les otorgaba crédito en julio, soy el primero que se lo concedí, por supuesto que erróneamente. Se puede mirar más arriba, pero esta propiedad ha dejado claro hasta dónde podía llegar, que es mucho, y también más abajo, hacia Vicente Moreno y sus jugadores. Pero este descalabro llega porque la plantilla del último ascenso no se reforzó con tino, ni en verano ni en invierno. Chavarría no mejoraba a Budimir; Salibur y Trajkovski a Aridai; Sedlar a Raíllo y Valjent; Febas a Dani Rodríguez ni Lumor a Estupiñán, solo por mencionar a algunos. Todos ellos deberían haber elevado el nivel de un equipo que ha seguido cada jornada con los héroes de los cursos pasados. Nadie duda del compromiso de este grupo, el problema no viene de ahí, pero su talento no le ha dado para más. Y la Primera División no ha perdonado. Qué oportunidad tirada por la borda. Una pena.
