La inocencia y el pecado de un equipo con problemas clasificatorios se demuestra en las dos áreas del terreno de juego, es decir, donde se ganan o se pierden los partidos.
Y el caso del Real Mallorca es uno de los más ilustrativos que yo recuerdo; en el área ajena peca de casi incomparecencia, aunque lo más justo sería decir que se presenta a la fiesta pero no baila con nadie.
Y en el área propia de lo que peca es de todo lo contrario, es decir, de ofrecer una efectividad importante a los equipos rivales.
Ayer, en Bilbao, volvió a brindar unas facilidades defensivas sublimes y además, la debilidad atacante fue, una vez más, marca de la casa. En los últimos cinco partidos, desde que regresó la competición, el Mallorca aún no ha marcado ningún gol en jugada: ha anotado dos tantos, uno de ellos de libre directo y el otro de penalti.
Y en cambio, ha recibido once de todos los colores: azulgrana, amarillos, blanquiazules, blancos y rojiblancos, y ya son 55 goles encajados, el que más de la categoría, algo que evidencia que en defensa el equipo no funciona como tampoco en ataque si nos ceñimos al capítulo goleador. Y así es muy difícil alcanzar el objetivo.
Me resisto a dar por descendido al Mallorca, pero me están dando motivos en ataque y en defensa, los dos fundamentos futbolísticos básicos.
