Ya dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Viene a cuento porque han sido muchos los mallorquinistas que han sentido una especie de sensación de alivio por la forma en que se perdió ante el Real Madrid, con un primer gol que nace tras una flagrante falta de Carvajal que el árbitro se niega a ver y el VAR a revisar. O un segundo, obra de un Sergio Ramos que debía estar a esa altura del partido en los vestuarios tras haber visto una roja por doble amonestación. En lugar de ese orgullo, debe quedar la frustración, no por lo ocurrido en el estadio del filial del Madrid, sino por lo que pasó ante el Leganés. De haber jugado el Mallorca con la motivación y el descaro que lo hizo ante los merengues, los de Moreno tendrían, casi con toda seguridad, dos puntos más.

Los fríos números. El Mallorca necesita algo más que buenas sensaciones para salvarse. Los números para hacerlo realidad no cuadran. Un solo punto tras la reanudación liguera, el peor balance de cualquier equipo, y con unos guarismos de goles también para temblar: 1 a favor y 8 en contra. Nada ha mejorado, la peor defensa y casi el peor ataque. El resultado es que el Celta ya está a siete puntos de distancia en la tabla y el Eibar, a seis.

Y Luka no es la solución. La otra noticia que ha quedado tras el partido es que el Mallorca ha entrado en la historia por el debut del jugador más precoz hasta ahora en la Liga española. Luka Romero puede ser el futuro Messi, pero ahora ni se le va, ni se le puede, exigir más que crezca en este equipo, que le necesitará más adelante. Otros son los que han de encarar este calendario infernal que queda para revertir una trayectoria que nos lleva al abismo. La de San Mamés es la primera bala que no hay que malgastar. Quedan muy pocas.