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Análisis

VAR (Victoria Asegurada del Real)

El Mallorca jugó un partido de Primera para aproximarse a Segunda, porque sigue despreciando el gol

El salón del chalé de Sergio Ramos es más grande que este estadio. Efe

Por lo visto, el Estado de Alarma contemplaba la obligatoriedad de que el Madrid ganara la Liga tras la reanudación. Para desembarazarse del Mallorca no necesitó recurrir al VAR (Victoria Asegurada del Real), porque ni esa maquinaria infernal hubiera podido disimular la falta de Carvajal a Dani Rodríguez en el primer gol madridista.

Descartado de antemano un resultado positivo ante el Madrid, el Mallorca tenía derecho a reclamar la consolación de un escándalo, de una derrota por Decreto. Gracias a una falta que hasta Carvajal se sorprendió de que no le pitaran, los mallorquines cayeron como la Real Sociedad, víctimas de un gol anulado porque a Courtois le molestaba el viento.

Confieso que he tenido que rebajar la demolición del Mallorca. Anoche disputó un partido de Primera, que paradójicamente solo le servirá para aproximarse a Segunda. Sigue despreciando el gol, pocos objetivos son posibles con un tanto en cuatro partidos de desescalada. El disparo de Babá en el minuto diez merecía un premio, pero Budimir cultiva la exquisita ambigüedad entre si carece de asistentes dignos o si prefiere no ser molestado.

La prensa madridista del VAR había planteado el encuentro como un enfrentamiento del Real Madrid contra el madridista Kubo, un ejercicio de canibalismo deportivo. Al Mallorca no se le prestó ni la condición de testigo de la ceremonia, y acabó suplantando al novio. El japonés garantiza un despliegue pirotécnico digno de San Juan, pero se desvanece antes de que acabe el partido. Claro que un pronunciamiento más ajustado obligaría a contemplarlo en un equipo de Primera.

El eclipse de Kubo arrastra al Mallorca, y así llegó el segundo gol de Sergio Ramos, que sin la ley del VAR hubiera sido expulsado cuando en la primera parte solo le faltó aporrear a la defensa en el saque de una falta. A propósito, tiene mérito revestir de la mística de la alta competición a un encuentro celebrado en el Alfredo Di Stésfano, un estadio menos amplio y confortable que el salón del chalé del defensa central blanco.

A cambio, la Liga ha tenido la misericordia de liberar a los aficionados mallorquinistas del periplo final de su equipo en Primera. El equipo no pareció ayer el más goleado de la competición, con medio centenar de estocadas a sus espaldas. Sin embargo, su probada esterilidad no obliga a asombrarse de que solo tenga 26 puntos, sino a preguntarse cómo los ha conseguido.

Zidane alineó a un once aristocrático. El Madrid puede soportar a un Casemiro, pero no la fuga de cerebros cuando coincide con Mariano, Valverde y otros musculados atletas. La engañosa victoria de anoche no oculta las debilidades de un equipo que pagó cien millones por Hazard para que engordara, y otros tantos por Bale para que mejorara su hándicap de golf. En cuanto a Vinicius, le ganaría un sprint a Usain Bolt, y es capaz de hacer cualquier diablura en el área salvo marcar. Por eso le endosó un gol y medio al generoso Mallorca.

Los discípulos de Moreno culminarán la paradoja de haber derrotado al Madrid en una de las peores temporadas mallorquinistas en Primera, pero ese milagro ocurrió antes del coronavirus. Se impone la lógica estadística de final de Campeonato, por lo que este es probablemente mi último artículo con el Mallorca en Primera. Tal vez hubiera sido preferible retrasar el ascenso un año, hoy seríamos más felices. Sobre todo, es importante resaltar que el descenso del club no se producirá en julio. El hundimiento está fechado en septiembre, porque confeccionar una plantilla de Segunda obliga a jugar en esa categoría aunque formalmente te midas al Madrid y su inapelable VAR.

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