Parece que la irrupción de propietarios extranjeros en los clubes españoles está cambiando algunos tópicos del fútbol, cuando las cosas iban mal dadas o no se satisfacían los deseos del máximo dirigente. Los ejemplos de Mateo Alemany, en el Valencia, o el de Maheta Molango, en el Mallorca, así lo demuestran. Pueden parecer dos casos similares, pero son muy diferentes. La salida del mallorquín del club de Mestalla provocó un aluvión de indignación contra la decisión de Peter Lim. En el tiempo que Alemany estuvo en Mestalla, el Valencia contrató un entrenador de éxito, el equipo reencontró su lugar preponderante en la Liga e incluso ganó un título. Fue un dirigente que dejó poso y admiración.

Molango se va del Mallorca tras contratar también un buen entrenador, dejar al equipo en Primera -aunque la clasificación actual no lo sitúe allí- pero su marcha no ha provocado, por lo visto en las redes, gran consternación. Tal vez porque su manera de actuar al frente del club no la ha merecido. El suizo se va tras dejar muchos cadáveres en el armario y nunca ha conseguido conectar con la afición, con las peñas e incluso con muchos de los que ha tenido bajo su mando, y con ello no excluyo ni siquiera a los que de verdad pueden hacer que el Mallorca se salve, los que bajan al césped. Hace tiempo leí una frase sobre él que dice gran verdad: "Maheta Molango se esfuerza por parecer un líder, pero se olvida que estos necesitan de apoyo de la gente, algo de lo que carece".

El Mallorca está en una grave situación deportiva que no sé si resolverá su destitución, pero si se hiciera un referéndum entre el mallorquinismo, para señalar al culpable del desastre entre Molango, Moreno u otros, el ex CEO mejoraría los resultados de Jesucristo cuando la turba eligió entre él y Barrabás para decidir quién era crucificado. Business is business dixit. Sí, pero nadie derramará una lágrima por Molango.