Soy de los que creía en verano que la dirección deportiva merecía un margen de confianza después del rotundo éxito de las dos anteriores temporadas, con el increíble salto de Segunda B a Primera División. Apostó por Vicente Moreno, que es la clave de todo, y por un grupo de jugadores que han dado un rendimiento sensacional, incluso por encima de lo esperado. Eso ya merece un aplauso, por supuesto, y por eso creo que en julio había que dejarle trabajar, porque aquí tampoco nadie sabía quiénes eran Valjent, Budimir, Dani Rodríguez o Fran Gámez. Pero en la vida hay algo más que ser agradecido y está claro que los errores en la planificación son groseros, incluso en algunos casos difíciles de entender. Casi ningún fichaje ha elevado el nivel de la plantilla y disponer de la masa salarial más baja de la Liga te obliga a acertar más y a improvisar menos. Queda una semana para cerrar el mercado invernal y es obligado no volver a equivocarse. No tiene ningún sentido, y menos que se reconozca públicamente, que el técnico no pinte nada a la hora de opinar sobre los refuerzos. Ni en agosto, ni en enero. Molango estuvo torpe en esa confesión. Hay que evitar el descenso como sea porque, como dijo Mateu Alemany, el mayor patrimonio del club es la Primera División. Es imposible tener más razón.